A los auténticos intelectuales, legítimos prestigios del país, procedentes de la cátedra y del foro, se les abrieron los brazos con ese generoso sentimiento de la democracia que parece buscar en la selección de sus mejores la aristocracia natural, legítima, la garantía moral y la dirección y gobierno de la inteligencia para el cumplimiento de su misión.
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