Se puso de moda llamarse socialista, y algunos lo adoptaron como segundo apellido, pero mucho señorito de provincias se afilió directamente al socialismo y al sindicalismo de diversas tendencias, al mismo compás con que los Gobiernos elaboraban leyes de reforma social con precipitación excesiva, que demostraba más pronto miedo a la amenaza de la revolucón proletaria que amor al proletariado y a la justicia social.
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