lunes, 9 de noviembre de 2009
Corruptos en comandita
Manuel Martín Ferrand en ABC
EL hecho de que Ernest Benach, presidente del Parlamento de Cataluña y notable de ERC, haya nacido en Reus no le aporta ninguna de las notas características de otros hijos ilustres de la ciudad tarraconense. Carece de la pátina heroica de Agustina de Aragón, de la enjundia política del general Prim, de la capacidad creadora de Antoni Gaudí y de la astucia operativa de Antonio Pedrol.
En el mejor de los casos, y por no regatearle ningún mérito, puede reconocérsele la capacidad de hacer reír al prójimo que Andreu Buenafuente ha convertido en oficio. Es un caso este Benach. Anteayer, cuando arreciaban las noticias sobre casos de corrupción en la política catalana, revestido con la púrpura que corresponde a su magistratura, les propuso a los inquilinos eventuales del Antiguo Arsenal de la Ciutadella -el Parlament- un pacto contra «el descrédito de la política». Entre otras cosas, pretende Benach la redacción consensuada de un código de conducta para altos cargos, como si no fuera suficiente la observancia de las leyes y de las normas que establecen la ética y la buena educación.
La corrupción, seguramente inevitable en la vida pública, cursa aquí con mayor intensidad que en otros países vecinos. Es una consecuencia de la partitocracia y, por ella, de la mala calidad de nuestra democracia. No hay partido político que se libre de ella y va desde el uso indebido y privado de un vehículo oficial hasta el escamoteo de millones de euros. La originalidad de la corrupción catalana es que allí los corruptos actúan en comandita. En el resto de España, quizás porque el establecimiento burgués es más escaso y reciente, los golfos van de uno en uno y cuando surge un escándalo desmedido, como el «caso Gürtel», afecta a un partido político aislado. En Cataluña no es así.
El sentido familiar, tan entrañable y definidor de aquella hermosa tierra, les lleva a entender que la familia que delinque unida permanece unida. Como nos demuestran los últimos descubrimientos en la especialidad, existe una solidaridad intermilitante y golfa entre los partidos más diversos. Desde la Banca Catalana hasta hoy, por no abusar de la marcha atrás, sería difícil encontrar un solo caso de corrupción que no afecte, por lo menos, a dos de las formaciones presentes. De ahí que Benach, con responsabilidad institucional, pretenda que la política no se desacredite en lugar de ir al fondo del problema.
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