jueves, 8 de octubre de 2009

Bandera de conveniencia


Ignacio Camacho en ABC


ESOS nacionalistas vascos que ahora piden -con razón- que el Ejército proteja a los pescadores del Océano Índico son los mismos que no hace mucho subieron en procesión al monte Gorbea para conjurar con un aquelarre los malos mengues que habían dejado allí unos militares de maniobras al izar una bandera española. Sólo les faltó llevarse para la ocasión al cura de «El exorcista», aunque de curas trabucaires andan bien surtidos, a repartir hisopazos soberanistas contra el sacrilegio perpetrado por las tropas de ocupación a las que ahora imploran -con la razón de su parte, insisto- la custodia de los atuneros. A tal efecto, o sea, al de solicitar el manto protector de las Fuerzas Armadas, los nigromantes peneuvistas soslayan el pequeño detalle de que ello implica admitir que los tales barcos son españoles y navegan -es de suponer- bajo la bandera de España aunque tengan su base en el muy abertzale puerto de Bermeo, y que los soldados cuya presencia a bordo imploran pertenecen al mismo Ejército que no quieren ni ver al norte de Miranda del Ebro. Doble rasero se llama la figura, una variante de la hipocresía mezclada con ese puntito racista tan propio del nacionalismo, que considera de buen tono enviar a la soldadesca que profana sus sagrados territorios a asustar a los negritos del África tropical.
En la política española se ha convertido en ley de facto la costumbre de sostener con holgura y sin sonrojo una posición y su contraria. Esta ley del embudo es particularmente grata a los nacionalistas, expertos en acordarse de que son españoles a la hora de recibir y olvidarlo a la de dar, pero en honor a la verdad hay que decir que no son los únicos que utilizan la contradicción como parapeto de conveniencia. El Gobierno, por ejemplo, aplica y desaplica sus propios principios como el que quita y pone plastilina en un cristal, y la oposición tiende a exigir -en materia de corrupción, por ejemplo- conductas que ella misma no cumple cuando le afectan. Nuestra dirigencia tiene un concepto tan líquido de la moral pública que la considera adaptable al recipiente ocasional de sus intereses. Lo que hoy me sirve a mi mañana te lo negaré a ti, y viceversa porque en materia de líquidos prevalece la teoría de los vasos comunicantes.
Ello no obsta, como decía al principio, para que asista la razón a quienes solicitan el amparo de la Infantería de Marina frente a esos piratas que el Gobierno trata como si fuesen miembros de la Alianza de Civilizaciones. Pero sorprende que nadie en el PP ni en el PSOE haya aprovechado la ocasión para recordarles a los representantes vascos el numerito del Gorbea y preguntarles con qué bandera navegan los navíos vascos en esos mares procelosos. Más que nada para oírselo decir. Les iba a costar trabajito, pero por la cuenta que les trae lo dirían. Vaya si lo dirían.

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