sábado, 31 de octubre de 2009

Rajoy necesita un bicho


Juan Manuel de Prada en ABC

PROPONÍA ayer Ignacio Camacho una sagaz comparación de Rajoy con uno de aquellos vaqueros bondadosos y cachazudos, al estilo de James Stewart, que protagonizaron tantas películas del Oeste: muchachos de apariencia dócil a los que bandas de pistoleros malencarados convertían en diana de sus burlas, hasta que les «hervía el radiador», desenfundaban el revólver y se liaban a tiros. Hasta la fecha, sin embargo, Rajoy sólo ha disparado un tiro, que ha derribado a Ricardo Costa, a quien en la película corresponde un papel poco reseñable, más o menos el de un tahúr lechuguino, a la vez ingenuo y exasperante, que con sus aspavientos e insistencias acaba haciéndole perder la paciencia al protagonista; y que, una vez derribado sobre el suelo del saloon, descubrimos que ni siquiera iba armado. Descubrimiento que, a la postre, no hace sino acrecentar la mala conciencia del protagonista; mientras, envalentonados, los pistoleros malencarados se burlan de su más que discutible hazaña.
Aquí es donde el paisaje de la película cambia los horizontes de grandeza propios del western clásico para trasladarse al secarral almeriense. Porque la película que estamos viendo tiene más bien el aire sucio y patibulario de un spaghetti western: a los pistoleros malencarados los guían los apetitos más sórdidos; y, en su afán por satisfacerlos, se agrupan en bandas rivales que compiten en rapacidad y bellaquería. ¿Y qué pinta Rajoy en medio de semejante olla podrida? Pues aproximadamente lo mismo que James Stewart en una película de Sergio Leone. Rajoy puede servir de protagonista para un western clásico, donde las disputas entre colonos y ganaderos aún se desenvolvían sobre un fondo de pasiones honradas, donde el forajido aún era contemplado como una agresión al orden que debía restaurarse. Pero las querellas del partido que preside Rajoy son más propias de un spaghetti western desalmado, donde no hay leyes que observar o infringir por la sencilla razón de que no han sido formuladas, donde la violencia campea por doquier, donde sólo triunfan los malvados y los cínicos, donde más que un héroe que restaure el orden se precisa un cazador de recompensas que, con astucia y socarronería, envisque a los pistoleros de las bandas rivales y luego recoja sus despojos. Más o menos como hacía Clint Eastwood en Por un puñado del dólares, ganándose la confianza de las bandas rivales, sembrando la cizaña entre ellas, capaz de fingir complicidades y de pisar pescuezos, pero también dispuesto a dejarse algunos pelos en la gatera si la ocasión lo requiere.
Yo a Rajoy nunca lo he visto como a uno de esos taimados protagonistas propios del spaghetti western; pero tampoco creo que el papel que deba interpretar en esta película sea el de un bicho inescrupuloso al estilo de los que interpretaban Clint Eastwood o Lee Van Cleef: tal vez estos personajes obtenían el aplauso del público, pero nunca seducían a la chica (ni ganas que tenían); y Rajoy, como James Stewart o Gary Cooper, debe preocuparse no sólo de acabar con los malos, sino también de seducir a la chica, que aquí es el votante. Si Rajoy desea sobrevivir en el spaghetti western de las querellas intestinas de su partido, urge que se busque un bicho que le haga el trabajo sucio: alguien del corte de Alfonso Guerra o Álvarez Cascos, que conozca como la palma de su mano el terreno áspero en el que tiene que desenvolverse, un killer sin remilgos que sepa fingir complicidades y pisar pescuezos, pero que también esté dispuesto a dejarse algunos pelos en la gatera. Rajoy necesita un bicho capaz de hacer una carnicería entre las bandas rivales que se pretenden enseñorear de su partido; de lo contrario, ya puede darse por muerto. Porque, desde luego, la gente que lo rodea apenas sirve para llevarle flores a la tumba.

viernes, 30 de octubre de 2009

Pollo al ayuntamiento


RECETA DE COCINA:

POLLO AL AYUNTAMIENTO

Ingredientes
Un pollo
Un despacho
Varios chorizos



Preparación
1. Se coge el pollo y póngasele una corbata
2. Colóquesele en el mejor despacho de un ayuntamiento.
3. Rodéesele de unos chorizos frescos.
4. Déjesele a su antojo durante un tiempo.
5. Y el solito se va haciendo rico, rico, rico...

martes, 27 de octubre de 2009

El despilfarro deconstruido


Enrique Calvet en Expansión.


Existen dos verdades compartidas por la “intelligentsia” económica mundial y española: que España necesita como el aire reformas estructurales y que el sector público debe reducir drásticamente su gasto. Sobre el primer tema, produce una extrema languidez volver a citar lo obvio y volver a chocar contra el cortoplacismo de los actores políticos y la anteposición de sus intereses personales al bien común. El patético debate sobre los Presupuesto dejó claro que tal documento ha dejado de ser un instrumento de política económica para ser un instrumento de chalaneo para asegurar un año más de poltronas , normalmente a cambio de concesiones a quién más empeño tiene en desguazar España. Pero, nuestra impecablemente peinada ministra de economía sí dejó una pregunta clave de cara al segundo tema. ¿De dónde se va recortar el gasto pública? O, dicho de otra manera ¿de qué hablamos cuando pretendemos reducir el gasto público?
Uno de los hechos diferenciales de España, con respeto a los países de su entorno económico ( además del megaparo, la megadeuda, etc...) que se suele ignorar, es que nuestra nación ha aumentado vertiginosamente su déficit estructural. El que no atiende a ciclos económicos, sino a las estructuras de la Nación. Deconstruyamos llanamente el gasto público en su conjunto para entender bien lo que nos pasa.
En primer lugar tenemos el gasto evitable derivado de la mala gestión. Son muchos los ejemplos. Una mala decisión en la compra de equipamientos indispensables, una pobre política de selección de funcionarios, una inspección fiscal mejorable, etc... Siempre hemos de exigir la excelencia, pero, sinceramente, no se puede esperar gran ahorro en este campo, ocupe quién ocupe la gestión de gobiernos nacional, regionales o municipales. Sin demagogias, hay que exigir continuamente la mejora, pero no pensar que es la solución radical a nuestro déficit.
En segundo lugar, más grave, está el despilfarro nocivo para el bien común que se deriva de decisiones políticas clientelistas, electoralistas, o, sencillamente, delirantes. Aquí podemos recordar, entre muchas, la subida salarial a los funcionarios en 2009, en plena recesión, o el letal (para el bien común) sistema de financiación de la Cataluña ibérica, ampliable a toda región. Pero también la apertura de embajadas regionales o la financiación de brigadas de inspectores (y delatores) para erradicar el español de los comercios hispanocatalanes. No olvidemos las prescindibles obras faraónicas de Madrid, dejándola como ciudad campeona del endeudamiento, o la construcción de pistas de vuelo sin motor en un pueblo de la Extremadura profunda de 820 habitantes...! Con esos “delirios económicos” hay que acabar. Si bien terminar con esas prácticas tendría aún más réditos morales que económicos, el ahorro en el derroche sería importante. Pero cierto es que nuestro gasto estructural seguiría siendo insostenible.
Y es que queda el meollo. El gasto estructural derivado del sistema en que hemos transformado, los dos últimos decenios y sin fundamento, el orden constitucional que nos dimos en el 78, es un pozo sin fondo irracional. Y lo es por tres caminos. Primero por la simple medida cuantitativa de instituciones improductivas triplicadas, de la creación de centenares de miles de funcionarios duplicados, de la multiplicación de gastos suntuarios. ¿España se puede pagar 17 parlamentos, o profusión de universidades de dudosa calidad, o aeropuertos a medio utilizar? Ya no. Segundo por la reducción al absurdo de las facultades del Estado para aplicar políticas nacionales (justicia, educación, sanidad, política social...) con sus economías de escala y su visión global del bien común. ¿España se puede permitir la fractura de su mercado único en diecisiete o que el Estado no pueda controlar el despilfarro letal y opaco de las regiones? Ya no. Finalmente está el enorme coste de ineficiencia que supone el funcionamiento de administraciones superpuestas, encontradas, sin control ni coordinación, con la multiplicación de intereses politiqueros destructivos. ¿España se puede permitir que ser atendido de un síncope en una región distinta a la de su empadronamiento se convierta en un calvario costoso y larguísimo de papeleo y trámites? ¿Y un juicio? ¿Y la escolarización de su hijo cuando uno es trasladado? Ya no.
Mientras vendimos suelo y con ello pagamos ayuntamientos y grandes negocios cuyos impuestos mantenían el derroche podíamos sostener este modelo irracional y malévolo para el bien común. Pero el espejismo se fue y no volverá. Ya no. Ahora el sistema es insostenible. En ello está la realidad de nuestro despilfarro y en modificarlo está la única solución.
Me barrunto que de los que vivimos el momento de votar la Constitución, una inmensísima mayoría no se imaginaba ni por asomo que acabaría en esto. Es hora de reducir de verdad la sinrazón y el gasto público estructural. Y ello requiere retomar el sistema entero, tal vez con transformaciones constitucionales, tal vez con su simple aplicación sensata. Será mejor que nos pongamos a ello tranquila pero urgentemente, o se impondrá la cruda realidad....¡Y crudamente!

lunes, 26 de octubre de 2009

miércoles, 21 de octubre de 2009

martes, 20 de octubre de 2009

No ganaremos mucho


"Si el PP sustituye al PSOE en dos años pero sigue dependiendo de los nacionalistas, no ganaremos mucho".


ALEJO VIDAL-QUADRAS, eurodiputado del PP.

«Lo peor del mundo son los estúpidos y eso, realmente, no tiene solución»


Entrevista a Arturo Pérez-Reverte en ABC.

http://www.abc.es/20091020/cultura-literatura/perez-reverte-peor-mundo-200910200908.html

sábado, 17 de octubre de 2009

La pregunta del día


En la campaña electoral del 1982, un tenderete ramblero del PSC-PSOE fue quemado por un grupo de independentistas. ¿Podría pasar esto en el 2009?

Nadadores a contracorriente


Juan Manuel de Prada en ABC


Escribía Chesterton que sólo quien nada a contracorriente sabe con certeza que está vivo. Se trata, desde luego, de un ejercicio nada plácido, pues la energía que el nadador a contracorriente emplea en cada brazada no se corresponde con un avance proporcional; y basta con que flojee en su ímpetu para que la tentación del desistimiento haga mella en él. Quien nada a favor de la corriente, en cambio, no tiene que molestarse en bracear; y ni siquiera es preciso que esté vivo, pues la corriente seguiría arrastrándolo como si tal cosa. Las grandes batallas del pensamiento, las conquistas que han ensanchado el horizonte humano, siempre se han librado a contracorriente; y, con frecuencia, quienes se atrevieron a protagonizarlas fueron contemplados por sus contemporáneos como retrógrados, incluso como peligrosos delincuentes. Pero, junto al rechazo o incomprensión de su época, estos pioneros que osaron contrariar el «espíritu de los tiempos» pudieron proclamar con orgullo que estaban vivos; y con su sacrificio irradiaron vida en un mundo acechado por la muerte, convocaron a la vida a quienes por cobardía, por estolidez, por conformidad con las ideas establecidas nadaban a favor de la corriente.
Así debió ocurrir con los primeros patricios que, en la época de máximo esplendor del Imperio Romano, empezaron a manumitir esclavos, como aquel Filemón que, siguiendo las instrucciones de San Pablo, decidió acoger a su esclavo Onésimo como si de un «hermano querido» se tratase. Cuando Filemón manumite a Onésimo, la esclavitud no era tan sólo una institución jurídica plenamente reconocida, auspiciada y protegida por la ley; era también el cimiento de la organización económica romana. Según establecía el derecho de gentes de la época, los esclavos eran individuos que, aun perteneciendo a la especie humana, no eran «personas» en el sentido jurídico de la palabra, sino «bienes» sobre los que sus amos podían ejercer un «derecho» de libre disposición. Los nadadores a contracorriente como Filemón alegaron entonces que, más allá de los preceptos legales, existía un estado de naturaleza que permitía reconocer en cualquier ser humano una dignidad inalienable; y que tal dignidad era previa a su consideración de ciudadano romano. Aquella subversión del sistema legal establecido ponía en peligro el progreso material de Roma; y quienes entonces nadaban a favor de la corriente se emplearon a fondo en el mantenimiento de un orden legal que favorecía sus intereses. Tan a fondo se emplearon que la abolición de la esclavitud aún tardaría muchos siglos en imponerse; y no lo hizo hasta que el ímpetu pionero de nadadores a contracorriente como Filemón propició una metanoia social, un cambio de mente que antepuso ese meollo irrenunciable de humanidad que nos permite distinguir la dignidad inalienable de cualquier persona sobre los indudables beneficios económicos de la esclavitud. Y en el largo camino que condujo a esa conquista muchos Filemones fueron señalados como retrógrados, perseguidos y condenados al ostracismo.
Como ocurriera hace dos mil años a los primeros patricios romanos que empezaron a manumitir esclavos, ocurre hoy a quienes se oponen al aborto. Los nadadores a favor de la corriente los anatemizan y escarnecen, los calumnian presentándolos como detractores de los «derechos de la mujer», los caracterizan como sombríos «retrógrados» que amenazan el progreso social. Pero, como aquellos primeros patricios romanos que reconocieron en cualquier persona una dignidad inalienable, quienes hoy se oponen al aborto no hacen sino velar por ese meollo irrenunciable de humanidad que nos constituye, que nos permite reconocer como miembro de la familia humana a quien aún no tiene voz para proclamarlo, que nos impone proteger la vida gestante, la más desvalida e inerme, como garantía de nuestra propia supervivencia moral, para que no nos ocurra lo que Marcel Proust denunciaba, al describir el clima de corrupción en el que se desenvolvían sus personajes: «Desde hacía tiempo ya no se daban cuenta de lo que podía tener de moral o inmoral la vida que llevaban, porque era la de su ambiente. Nuestra época, para quien lea su historia dentro de dos mil años, parecerá que hubiese hundido estas conciencias tiernas y puras en un ambiente vital que se mostrará entonces como monstruosamente pernicioso y donde, sin embargo, ellas se encontraban a gusto».
El día en que nos encontremos a gusto en un ambiente vital que consagra el aborto como «derecho» habremos dejado de merecer el calificativo de humanos; porque simplemente habremos dimitido de la razón, que es -según nos enseñaba Aristóteles- capacidad de discernimiento sobre lo que es justo y lo que es injusto. Y cuando el hombre se desprende de la razón es como cuando las ramas se desprenden del árbol, que no les aguarda otro destino sino amustiarse. Cuando el aborto se acepta como una conquista de la libertad o del progreso, cuando se niega o restringe el derecho a la vida de las generaciones venideras, nuestra propia condición humana se debilita hasta perecer; y entonces nos convertimos, irrevocablemente, en esos nadadores a favor de la corriente que, sin advertirlo, aceptan su propia muerte con tal de no bracear. Porque muertos están quienes por cobardía, por estolidez, por conformidad con las ideas establecidas defienden el aborto; y también quienes con su silencio o indiferencia lo amparan, quienes con su anuencia sorda respiran sus miasmas, fingiendo que no les contagian.
A los soldados aliados que, en su avance hacia Berlín, liberaban los campos de concentración donde durante años se habían hacinado prisioneros famélicos, puras radiografías de hombre despojadas de su dignidad, no les estremecía tanto el espectáculo dantesco que se desplegaba ante sus ojos como la pretendida ignorancia de los lugareños vecinos, que habían visto llegar trenes abarrotados de presos al apeadero de su pueblo, que habían visto humear las chimeneas de los hornos crematorios, que habían visto descender la ceniza de los cadáveres incinerados sobre sus tierras de labranza y, sin embargo, habían fingido no enterarse de lo que estaba sucediendo ante sus narices. Con esta nueva forma de holocausto que es el aborto ocurre lo mismo: llegará el día en que las generaciones venideras, al asomarse a los cementerios del aborto, se estremezcan de horror, como hoy nos estremecemos ante las matanzas que ampararon los totalitarismos de hace un siglo (sólo que, para entonces, las cifras del aborto serán mucho más abultadas, vertiginosas de tan abultadas); pero se estremecerán, sobre todo, ante la complicidad tácita de una sociedad que, dimitiendo de su humanidad, prefirió volver el rostro hacia otro lado cuando se trataba de defender la vida más inerme, que incluso aceptó el aborto como un instrumento benéfico, entronizándolo en la categoría de «derecho». A esas generaciones futuras les consolará, sin embargo, saber que, mientras muchos de sus antepasados renegaba de su condición humana, acatando la barbarie y bendiciéndola legalmente, hubo unos cientos de miles de españoles que el sábado 17 de octubre de 2009 salieron a la calle para gritarle a una sociedad que yacía agusanada en la tumba: «Levántate y anda». Y, agradecidos, comprobarán que, con su gustoso sacrificio de nadadores a contracorriente, aquellos cientos de miles de españoles irradiaron vida en un mundo acechado por la muerte.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Corruptio optimi pesima.


"Corruptio optimi pesima", dice el adagio. La peor corrupción es la de los mejores. La de los presuntos mejores, por supuesto.

Pícaros, caciques y salvapatrias


Antoni Puigverd en La Vanguardia.


Entre las muestras de miseria humana que nuestra vida pública nos ofrece estos días, se cuelan no pocas escenas ridículas que parecen expresamente ideadas para facilitar el trabajo de los humoristas. Las conversaciones telefónicas de Álvaro Pérez, el Bigotes, por ejemplo. Conseguidor y correveidile, el Bigotes organizaba eventos,sabía cómo comprar la foto de su jefe con un senador americano, ofrecía chicas, encargaba coches de lujo y regalaba relojes tan caros como el que recibió el peripuesto Ricardo Costa (con el consejo de no exhibirlo en Valencia, porque sería "un cante de cojones").
Al Bigotes le han retratado estos días, en pleno escándalo Gürtel, fumándose un habano en una terraza de Madrid, sin más protección que una barba algo crecida y el recorte de las dalinianas puntas del mostacho. No parece un tipo especialmente listo, pero debe de serlo, pues encantaba a todo el mundo. Conquistó incluso a la señora Ana Botella, y el presidente Camps le llamaba "amiguito del alma". En sus conversaciones, el Bigotes se jacta de sus contactos, de sus ligues y motos; pero se lamenta de la volubilidad de los políticos a los que sirve. Tal ambivalencia consta ya en la picaresca barroca: el poderoso se comporta con el conseguidor de manera arbitraria y caprichosa. El pícaro tiene que conocer las debilidades del amo y avanzarse a sus deseos; soportar sus cambios de humor y agasajarlo sin cesar. Diversas veces le conmina el poderoso Camps, al parecer, para que le consiga una foto con Obama. "Sentarse con Obama, ahora es imposible, que hay en el planeta 500 tíos importantes o 500.000 importantes que se quieren sentar con Obama", le respondía, juicioso, el pícaro, según cuenta a un compinche. El pobre Bigotes no puede más, está deseando jubilarse para dejar "de aguantar políticos, porque es la hostia". Un lector de La Vanguardia digital escribió a pie de estas revelaciones: "Cuanto más leo la prensa, más desearía no saber leer".

No hemos accedido a las conversaciones del inefable Millet. ¿Cómo serían? Su figura no es la del pícaro, sino la del cacique. Si el Bigotes es un artista del halago, Millet es experto en dominación. Se atreve con los de abajo (nadando en la abundancia de sus robos, negaba el bocadillo a los cantaires). Y con los de arriba: en lugar de cultivar las formas y edulcorar el sistemático saqueo, trataba a todo el mundo a patadas. Se atrevía con el más pintado, fuera burgués o político. O crítico musical. El sabio Jordi Llovet ha explicado que, ejerciendo para La Vanguardia, recibió una bronca de Millet por no haberse levantado cuando el Orfeó entonaba el Cant de la senyera. Si el valencianísimo Costa exhibe un reloj de lujo en una muñeca y en la otra una cinta rojigualda, el catalanísimo Millet regía con una mano el Mercedes 600 y agarrando con la otra el mástil de la senyera aporreaba a los infieles. Dispuso a su antojo de un feudo simbólico y lo saqueó. No gracias a sus mentiras, sino, como explicaba ayer Manel Pérez, gracias al "silencio cómplice" de los poderes públicos: de Hacienda a la Fundació Trias Fargas. No, Millet no era un senyor de Barcelona, en el digno sentido burgués que dio a esta expresión Josep Pla, sino un hereu escampa que dilapida el legado.

Si desde la época barroca, en España están de moda los pícaros, en Catalunya siempre abundaron los caps de colla liantes. Ahí está Joan Laporta, lanzando rayos y truenos por teléfono contra el presidente de Extremadura, barcelonista de pro que tuvo el atrevimiento de escribir un artículo crítico. Cierto: es la palabra de uno contra la de otro. Pero Laporta ha dado ya bastantes muestras de su bronco carácter: peleándose con sus compañeros de junta, descontrolándose en los mítines y en el aeropuerto, abroncando a periodistas o, sentado en la tribuna, perdiendo el sentido de la representación institucional. Tales antecedentes parecen dar la razón a Fernández Vara, político de opiniones discutibles, pero de modos franciscanos. Laporta hará lo que quiera con su futuro. Si, esclavo de su carácter, quiere tirar por la borda el prestigio acumulado con los éxitos futbolísticos de su presidencia, que lo haga. Pero es que, endiosado y tremendista, está echando a perder algo que no le pertenece: la simpatía que el juego de los pupilos de Guardiola despierta en los aficionados de toda España. Puede que, en vistas de su futuro político, tener enemigos en España sea una inversión. Pero la mayoría de los catalanes y barcelonistas prefiere ganar amigos, no broncas. No son pocos los motivos de objetiva disputa entre Catalunya y España: no necesitamos que un aprendiz de brujo eche tontamente gasolina en este peligroso fuego.

En los pasados años de euforia económica, la gente ya sabía que el excremento de la abundancia es la corrupción. Pero la propia abundancia actuaba, al generalizarse, como un ambientador perfumado, que disimulaba o relativizaba el hedor excremental. Llegó la crisis y el ambientador se estropeó. El hedor ofende. Ofende descubrir a esos pícaros y caciques que, bajo el manto de emotivas banderas, esquilmaban el erario. Pero, atención, la historia recuerda que, aprovechando el fracaso de la política convencional, los caudillos más extravagantes, voceros del simplismo, consiguen gran audiencia en tiempos de crisis. ¡Al loro, pues, que detrás de los corruptos llegan los salvapatrias!

lunes, 12 de octubre de 2009

¿Es Mariano Rajoy presidente de un partido democrático?


El artículo 6 de la Constitución Española dice: "Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la Ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos.
Un partido cuyo presidente es elegido por su antecesor, convirtiendo su ratficación en una mera "fictio iuris" formal, no tiene, obviamente, una estructura interna y un funcionamiento democráticos.

Zapatero: "Joder, éste es el día"


http://politica.e-noticies.cat/zapatero-joder-este-es-el-dia-33598.html

Corrupción constituyente


Gabriel Albiac en ABC

LA corrupción es la vida: decir que es ése el hallazgo más alto de Aristóteles, sería hipérbole. Todo en él es hallazgo. El tratado Sobre la generación y la corrupción es, si acaso, epítome del aristotelismo: todas su claves fluyen en él con la armonía expositiva que a un autor le es dado alcanzar muy pocas veces. Son los raros momentos en los cuales el concepto más árido reviste la belleza infalible del poema. Y ante quien lee destella lo intemporal. Aunque el que lee no sepa qué esfuerzos fueron precisos para dar forma sencilla a lo más extraño: «La corrupción es la vida», por ejemplo. No un desenlace, ni siquiera un momento de la vida; la vida. Vive lo que está corrompiéndose. Y si no hay podredumbre en la aritmética estructura inmóvil del diamante, es porque ni en diamante ni en aritmética incuba la enfermedad mortal de estar viviendo.
Es cómodo -consolador, incluso- ver en Maximilen Robespierre tan sólo al alucinado sacerdote de la ley del Gran Terror o de la ley del Culto de Estado, esa pendiente que lleva por fuerza a Thermidor y a la matanza. Pero el arranque de eso es un hallazgo aristotélico y brillante: «La corrupción o el terror», no hay otro fundamento sólido del Estado moderno. Frente al rival modelo inglés, que ha dispuesto de los recursos económicos precisos para comprarse entero el lote del Viejo Régimen y hacer de él ornamento funcional del Nuevo, el Incorruptible apostará por ese nombre propio de la virtud de Estado, al cual él llama Terror. Ante la guillotina, sabrá que se ha equivocado. Pero es fácil decirlo con dos siglos y pico de distancia. La más áspera verdad es que a los jacobinos no se les presentó en ningún momento una alternativa «a la inglesa». Mataron, pues. Y fueron muertos. Y si algunos de los no menos grandes, Danton por ejemplo, se corrompieron antes de morir, fue avatar personal, sin eficacia en el curso de las cosas del Estado.
Lo más definitorio de la democracia moderna es el estar genéticamente vinculada a la corrupción, desde su origen mismo: la representación de los muchísimos por los muy pocos; y la delegación en los casi ninguno del mayor cúmulo de dinero que haya administrado jamás institución conocida, el que recauda una relojería impositiva que no tiene precedente aproximado en la historia de la especie humana. La Hacienda Pública, que es la joya de la corona del Estado moderno, es el perecedero barro del cual está cocida su esencial aptitud para ser corrupto. Mejor eso, desde luego, que asesino. O menos malo. Pero toda democracia con un curso lo suficientemente largo sabe hasta qué punto no obstaculizar ese automatismo, mediante las codificadas trabas que un poder judicial autónomo regule, es adentrarse en la pendiente del suicidio.
De todos los países en diverso grado democráticos del mundo digamos sin más que civilizado, España es el peor dotado para que el automatismo de la corrupción política pueda ser mínimamente interferido. Está la ley que corrompió -o sea, descompuso- la independencia del poder judicial en 1985. Estaba, desde la Constitución misma, el artículo que ponía bajo exclusiva tutela municipal la recalificación del suelo, y que ha sido el primer y más estable foco de soborno en la política española, sin distinción de partidos. Están las Autonomías, está la devastación del tejido social que hace que aquí, ninguna forma organizativa que no sea la de los partidos sobreviva al aniquilamiento... ¿Hasta dónde irá esto? Hasta donde Aristóteles sabe que tiene que ir: hasta la muerte.
Corrupción, democracia... Aristóteles: «una tragedia y una comedia se escriben con las mismas letras».

domingo, 11 de octubre de 2009

sábado, 10 de octubre de 2009

Vaya ganado y qué caro sale el zoo


Félix de Azúa en El Periódico de Catalunya.


Como seguramente les sucede a mis estimados lectores, hace ya tiempo que atiendo a las noticias políticas como otros ciudadanos siguen los dramas sexuales de las televisiones. Un interés severamente antropológico me lleva a continuar informado sobre la política española como quien lee noticias sobre los desconcertantes hábitos de los inuit.
A veces uno se conmueve. Que un político valenciano hable de unas «niñas rusas elegantes y educadas» o de orgías en el chaletito del alcalde, de verdad, emociona. Supera incluso el grado de realismo socialista de la televisión de Pajares. Que los políticos catalanes envíen información escolar en catalán y árabe, me conduce al éxtasis. Que el Ayuntamiento de Sevilla rechace un acto literario sobre Agustín de Foxá porque era fascista, me lleva a las lágrimas. ¡Qué no harán con Azorín, con J.V. Foix, con Sacristán, con Cela, con Ridruejo, todos ellos fascistas en algún momento de su vida! ¡Y con qué alegría acogen a estalinistas como Alberti, mucho menos interesante que los antes citados! ¡Qué bien se mantiene el genotipo inquisitorial sevillano, ahora ataviado con la sotana de la corrección política!
En su admirable ensayo Ejemplaridad pública, editado por Taurus, Javier Gomá habla de algo que debería ser imperioso para los políticos españoles, la intransigencia sobre un modelo honrado de conducta por parte de los poderes públicos, en un país que (casi) solo propone modelos de abyección moral en su historia. Pero la casta política se empeña en hacer de sí misma una caricatura. Patriotas de barretina dorada como Millet, convertidos en carteristas más patéticos que Roldán. Diputados católicos que dilapidan una fortuna (la nuestra) en una casa de putos. Jefes de la policía que alertan a un etarra para que se ponga a salvo. ¡Qué corrala!
En una ocasión dije que nos aproximábamos al modelo italiano. Error: lo estamos superando. Si alguien vota en las próximas elecciones, por favor, que lo haga por el más grotesco, el que da más risa. El consuelo del esclavo es hacer chistes sobre el amo.

jueves, 8 de octubre de 2009

Bandera de conveniencia


Ignacio Camacho en ABC


ESOS nacionalistas vascos que ahora piden -con razón- que el Ejército proteja a los pescadores del Océano Índico son los mismos que no hace mucho subieron en procesión al monte Gorbea para conjurar con un aquelarre los malos mengues que habían dejado allí unos militares de maniobras al izar una bandera española. Sólo les faltó llevarse para la ocasión al cura de «El exorcista», aunque de curas trabucaires andan bien surtidos, a repartir hisopazos soberanistas contra el sacrilegio perpetrado por las tropas de ocupación a las que ahora imploran -con la razón de su parte, insisto- la custodia de los atuneros. A tal efecto, o sea, al de solicitar el manto protector de las Fuerzas Armadas, los nigromantes peneuvistas soslayan el pequeño detalle de que ello implica admitir que los tales barcos son españoles y navegan -es de suponer- bajo la bandera de España aunque tengan su base en el muy abertzale puerto de Bermeo, y que los soldados cuya presencia a bordo imploran pertenecen al mismo Ejército que no quieren ni ver al norte de Miranda del Ebro. Doble rasero se llama la figura, una variante de la hipocresía mezclada con ese puntito racista tan propio del nacionalismo, que considera de buen tono enviar a la soldadesca que profana sus sagrados territorios a asustar a los negritos del África tropical.
En la política española se ha convertido en ley de facto la costumbre de sostener con holgura y sin sonrojo una posición y su contraria. Esta ley del embudo es particularmente grata a los nacionalistas, expertos en acordarse de que son españoles a la hora de recibir y olvidarlo a la de dar, pero en honor a la verdad hay que decir que no son los únicos que utilizan la contradicción como parapeto de conveniencia. El Gobierno, por ejemplo, aplica y desaplica sus propios principios como el que quita y pone plastilina en un cristal, y la oposición tiende a exigir -en materia de corrupción, por ejemplo- conductas que ella misma no cumple cuando le afectan. Nuestra dirigencia tiene un concepto tan líquido de la moral pública que la considera adaptable al recipiente ocasional de sus intereses. Lo que hoy me sirve a mi mañana te lo negaré a ti, y viceversa porque en materia de líquidos prevalece la teoría de los vasos comunicantes.
Ello no obsta, como decía al principio, para que asista la razón a quienes solicitan el amparo de la Infantería de Marina frente a esos piratas que el Gobierno trata como si fuesen miembros de la Alianza de Civilizaciones. Pero sorprende que nadie en el PP ni en el PSOE haya aprovechado la ocasión para recordarles a los representantes vascos el numerito del Gorbea y preguntarles con qué bandera navegan los navíos vascos en esos mares procelosos. Más que nada para oírselo decir. Les iba a costar trabajito, pero por la cuenta que les trae lo dirían. Vaya si lo dirían.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Frases antológicas de ZP & Cía


25 de abril de 2007
Solbes: "Yo no veo afectado para nada el sector de la construcción. Específicamente, sigue funcionando igual, con una ligera desaceleración que permite ajustarse a una realidad que lógicamente va a exigir una demanda ligeramente inferior".

3 de julio de 2007
Zapatero: "Lo enunciaré de forma sencilla pero ambiciosa: la próxima legislatura lograremos el pleno empleo en España. No lo quiero con carácter coyuntural, lo quiero definitivo".

17 de agosto de 2007
Solbes: "Los efectos de la crisis hipotecaria estadounidense tendrán un impacto relativamente pequeño en la economía española".

21 de agosto de 2007
Zapatero: "España está a salvo de la crisis financiera".

6 de septiembre de 2007
Zapatero: "Tenemos la tasa de paro más baja de la historia. El modelo económico español es un modelo internacional de solvencia y eficiencia".

11 de septiembre de 2007
Zapatero: "Haciendo uso de un símil futbolístico, se podría decir que España ha entrado en la Champions League de la economía mundial".

16 de octubre de 2007
Zapatero: "No hay atisbo de recesión económica. La economía española tiene muy buenos fundamentos".

24 de octubre de 2007
Solbes: "Rajoy tiene una visión apocalíptica de la economía. Incluso en un entorno exterior hipotéticamente menos favorable, pensamos que el 3,3% de crecimiento en España es una cifra razonable".

11 de diciembre de 2007
Solbes: "La economía española crecerá a velocidad de crucero durante los dos próximos años, en los que avanzará en torno a un 3%".

9 de enero de 2008
Zapatero: "Crear un alarmismo injustificado en torno a la economía de un país puede dañar las expectativas. Permítanme que diga que es lo menos patriótico que conozco".

10 de enero de 2008
Solbes: "Estamos ante una gradual desaceleración. Se trata de una evolución natural y un fenómeno saludable. Si llegaran las vacas flacas, las afrontaríamos con gran tranquilidad gracias al superávit de las cuentas públicas".

14 de enero de 2008
Zapatero: "La crisis es una falacia, puro catastrofismo. Estamos creciendo por encima del 3%. Aunque mañana crezcamos al 3% o al 2,8%, que es un crecimiento bueno, vamos a seguir creando empleo y teniendo superávit".

4 de febrero de 2008
Propaganda electoral del PSOE: "Por el pleno empleo". "Soñar con los pies en la tierra". "Motivos para creer".

11 de febrero de 2008
Solbes: "Los que auguran el riesgo de recesión no saben nada de economía. Estoy harto y agotado por la cantidad de tonterías que oigo últimamente sobre el mundo económico. La economía española crecerá en la próxima legislatura a un ritmo cercano al 3% , lo que permitirá crear 1,6 millones de nuevos empleos y mantener la tasa de paro en torno al 8% de la población activa.

25 de febrero de 2008
Zapatero: "Las cuentas públicas han tenido superávit todos los años, 70.000 millones de euros de superávit, que nos permiten tener una garantía, una fortaleza para atender cualquier necesidad. La desaceleración no va a ser ni profunda ni prolongada. Va a ser una desaceleración para la cual nuestro país está más preparado que nadie. Debería haber tomado nota del debate entre el señor Solbes y el señor Pizarro, para darse cuenta de que no vale la demagogia en la economía".

3 de marzo de 2008
Zapatero: "Prometo crear 2 millones de nuevos empleos".

7 de marzo de 2008
Zapatero: "España está en condiciones para llegar al pleno empleo".

26 de abril de 2008
Zapatero: "La peor previsión de paro que podamos tener por delante será siempre una previsión de paro mejor que la que mejor tuvo el PP".

28 de abril de 2008
Zapatero: "La actitud de quienes exageran sobre el alcance de la actual situación económica es antipatriótica, inaceptable y demagógica".

8 de mayo de 2008
Solbes: "De hecho, nuestras previsiones apuntan a una recuperación de las tasas de crecimiento de la economía ya en el segundo semestre del 2009, que en 2010 nos permitirán crecer a un ritmo medio cercano al 3%".

12 de junio de 2008
Solbes: "El Estado tendrá superávit presupuestario, a pesar de una coyuntura económica desfavorable".

3 de junio de 2008
Solbes: "El Producto Interior Bruto podría crecer en el actual ejercicio en el entorno del 2%. España está capeando el temporal".

29 de junio de 2008
Zapatero: "Como todo, es opinable y depende de lo que entendamos por crisis. [...] Por un concepto como el de crisis habría que preguntar a los economistas, y seguramente no se pondrían de acuerdo".
"Más allá de baches como el de ahora, España tiene condiciones para ambicionar llegar a los niveles de empleo de la media europea y de pleno empleo técnico. Vamos a trabajar por ello. El Gobierno ha sido el que más ha acertado en sus previsiones".

2 de julio de 2008
Zapatero: "La economía vive una situación difícil y complicada".

4 de Julio de 2008
Zapatero: "Ser optimistas es algo más que un acto de racionalidad, es una exigencia moral. [...] A trabajar, y también conviene que consumáis".

8 de julio de 2008
Zapatero dice por primera vez la palabra crisis: "En esta crisis, como ustedes quieren que diga, hay gente que no va a pasar ninguna dificultad".

16 de julio de 2008
Solbes: "Para mí, que he vivido la crisis del 93-94 y algunas otras indirectamente, ésta es posiblemente la crisis más compleja por la cantidad de factores que están encima de la mesa".

21 de julio de 2008
Solbes: "Si el crecimiento es claramente por debajo de 2,3%, vamos a ver un ligero déficit, pero no me preocupa".

24 de julio de 2008
Solbes: "A recesión no llegaremos en ningún caso, y a crecimiento negativo espero que tampoco. No es esa nuestra hipótesis de trabajo, sino que el comportamiento de la economía será de un crecimiento próximo a cero, pero no por debajo. La situación es la más compleja de las últimas décadas. No es que hayan fallado nuestras previsiones, es que han fallado las de todo el mundo".

27 de agosto de 2008
Zapatero: "Sería absurdo pensar que la crisis originada en EEUU no afecte a la economía internacional en general y a la española en particular".

23 de septiembre de 2008
Solbes: "Yo no sé si es la peor; pero, sin duda alguna, desde que yo tengo uso de razón, y tengo sesenta y seis años, sí es la peor crisis de la que yo tengo conocimiento".

24 de septiembre de 2008
Solbes: "Nosotros no hemos negado nunca la crisis".

19 de octubre de 2008
Zapatero: "Yo creo que el segundo semestre del año que viene estaremos ya con una actividad económica de crecimiento intertrimestral".

13 de diciembre de 2008
Zapatero: "Nadie quedará a su suerte ante el drama del desempleo. Mi prioridad, es que no haya una sola familia en este país que pueda tener una situación de grave angustia o preocupación por la pérdida del puesto de trabajo".

18 de diciembre de 2008
Zapatero: "No; nadie lo sabía". En cuanto hemos entrado en una situación objetiva de crisis, he sido el primero en hablar de una crisis del sistema financiero internacional y de una crisis económica. En marzo comenzará a crearse empleo de manera intensa".

18 de enero de 2009
Solbes: "Hemos utilizado todo el margen que teníamos contra la crisis".

23 de febrero de 2009
Solbes: "Envidio a Bermejo porque es ex ministro".

16 de marzo de 2009
El Premio Nobel de Economía 2008, Paul Krugman, durante la celebración del Foro Económico Innovae y, en presencia de José Luis Rodríguez Zapatero, opina sobre la situación de la crisis en España: "Las perspectivas económicas de España son aterradoras. La situación económica es especialmente difícil en España. Los próximos años van a ser muy difíciles para los españoles. El camino de salida de la crisis para España será doloroso o extremadamente doloroso".

29 de abril de 2009
Zapatero: "Es probable que lo peor de la crisis económica haya pasado ya".

Y la mejor de todas, la de Rubalcaba:
"NECESITAMOS UN GOBIERNO QUE NO NOS MIENTA"

domingo, 4 de octubre de 2009

Verdades como puños de Don José Blanco


La opinión de Juan Manuel de Prada en ABC


DON José Blanco, como cualquier otro político de hogaño, es una ametralladora de consignas que, allá donde va, riega las meninges de su auditorio con una andanada. El otro día, entrevistado en mi presencia por Nacho Villa, comprobé cómo Don José se ayudaba de un papelico en el que le habían escrito un puñado de estas consignas; y, a medida que hablaba, iba metiendo con fórceps las consignas del papelico, como los cómicos desmemoriados meten morcillas en sus parlamentos. En esto se ha convertido la politiquería de hogaño: en una cháchara mazorral e inepta salpimentada de consignas; y, a fuerza de ametrallarnos las meninges, nuestros políticos logran que interioricemos tales consignas, de modo que llegamos a repetirlas como si fuesen ocurrencias propias, y las vamos desovando por doquier, como carpas de una piscifactoria ahítas de pienso ideológico y encantadísimas de la vida.
Pero Don José Blanco no es tan sólo una ametralladora de consignas, como cualquier otro político de hogaño; en honor a la verdad, a Don José Blanco se le encasquilla de vez en cuando la ametralladora y entonces dice verdades que le brotan del alma, verdades como puños que lo aureolan de una humanidad enternecedora. Acaba de ocurrirle en uno de esos coloquios que se organizan para que los políticos provean a la masa idiotizada de su ración diaria de consignas, donde sin rebozo alguno -como una muchacha que nos enseña un seno apenas púber- ha confesado:
-Cuando yo deje de ser ministro, estaré eternamente agradecido al presidente. Uno no es ministro por méritos propios ni por currículum académico; uno es ministro porque el presidente del Gobierno así lo decide. Hay miles y miles de ciudadanos que podrían hacerlo mejor que yo, o tan bien como yo, y que no tuvieron esa oportunidad.
Y ante tamaño de alarde de ufana, conmovedora, entrañable sinceridad, uno no puede sino soltar la lagrimilla. Don José, bajándose del pedestal de las falsas vanidades, nos reconoce que en su elección como ministro no han mediado virtudes propias, ni prendas intelectivas de las que pueda blasonar. Don José nos reconoce que ha sido elegido, en lugar de los miles y miles de personas que podrían haberlo hecho mejor que él, porque un señor que a su vez reconoce que «cualquiera puede ser presidente del Gobierno» así lo ha decidido. ¿No resulta encantador? Uno escucha estas verdades como puños de Don José y siente algo así como un cabrilleo de optimismo y euforia trepándole por la médula espinal; es como si, en mitad de un viaje en autobús, el conductor te confesara, entre desenfadado y coqueto, que se ha dejado las gafas de veinte dioptrías en casa y que además tiene un hormiguillo en los pies que le impide pisar el freno. ¡Qué deliciosa sinceridad!
Uno de los signos más evidentes de la corrupción de la democracia es la subversión de las humanas jerarquías. Santo Tomás establecía que las tareas de gobierno debían ser encomendadas a los más virtuosos e inteligentes; y también que encumbrar lo que es de naturaleza inferior es una monstruosidad. Pero hoy este orden jerárquico se ha subvertido; y a lo que es monstruoso lo llamamos «la grandeza de la democracia», que por lo que se ve consiste en dejarse gobernar por quienes reconocen sin tapujos, en un alarde de ufana, conmovedora, entrañable sinceridad que carecen de méritos. Pero no todo está perdido: Don José, que no es ministro por méritos propios, es al menos hombre religioso; pues, para estar «eternamente agradecido» a Zapatero hay que creer que existe una vida eterna. Y sólo una vida eterna podría, en efecto, albergar la infinita gratitud que Don José debe a Zapatero; sólo espero que, para entonces, el llanto y el crujir de dientes no entorpezcan demasiado su culto idolátrico al líder.