lunes, 28 de septiembre de 2009
Tres tristes crisis
Enrique Calvet en Expansión.
Una obligación insoslayable que debemos ejercer los que usamos alguna tribuna pública sin estar al servicio remunerado de cualquier facción es la de huir de eslóganes, desmontar manipulaciones y conducir a la reflexión.
Esto digo porque estamos asistiendo a una profusión tropical de declaraciones, vaticinios y sesudos análisis sobre el final de “la crisis” en España. Muchos son de gran calidad, pero se nos antoja una indefinición de conceptos que engendra confusión, que es lo que menos necesita la ya desorientada sociedad española.
Porque, ¿Qué es salir de la crisis? ¿Que el Ibex llegue a los 16.000 puntos? ¿Que se vuelvan a dar evoluciones positivas del PIB? ¿Que los bancos vuelvan a dar créditos? ¿Que se vuelva a poder escolarizar en castellano en toda España? (tema de enorme repercusión económica, créanme) ¿Que se venda el parque de un millón de viviendas? Y más variables, todas interesantes, pero que cada cual pondera según su acercamiento a la realidad... y sus intereses.
El que suscribe piensa que España sólo podría considerar que hubiese dejado la crisis atrás cuando mejoraran grandemente abundantes parámetros económico-sociales fundamentales pero con un requisito ineluctable: que el paro se hubiese estabilizado en un 8%. Seguiría siendo alto, pero los problemas estructurales de España no permiten ser más ambiciosos en el medio plazo, a fuer de ser rigurosos y realistas.
Pero es más, el que suscribe no cree que España salga de la crisis. Porque no tiene una crisis. Sufre, por lo menos, tres, y de envergadura. Hablar de la crisis se presta a hablar de temas de muy dispar evolución. Y no distinguir puede llevar a un desbarajuste de mensajes.
Paro insoportable
Primero, España, como nación abierta, padece la muy seria crisis financiera mundial. Es cierto que es un choque que le viene del exterior, que su sistema financiero estaba más salvaguardado que otros y que se ve afectada como todas las naciones. Nuestra nación saldrá de ella de la misma forma que le vino, cuando se sanee a nivel mundial. Pero, cuando se haya estabilizado el sistema financiero, (falta bastante) España seguirá teniendo una tasa de paro insoportable y unos déficits terribles.
En segundo lugar, tenemos la crisis inmobiliaria, que compartimos con algunas naciones. Ésta ya es una crisis autóctona, heredada del modelo de crecimiento de los tres últimos lustros, prolongado hasta el suicidio por los incentivos públicos y que ha supuesto un espejismo de súbita opulencia ficticia de nuevos ricos sobre la base de vender patrimonio (suelo y sol) olvidando crear el tejido productivo que necesitamos.
De esta crisis, avisada pero ganada a pulso, España puede salir bastante pronto. La caída del precio de la vivienda y el menor deterioro en la concesión de créditos hipotecarios indicarían que el ajuste se está haciendo rápido. Esta crisis, que sí ha debilitado diferencialmente nuestro sistema financiero, se acabará. Pero no lo jaleemos si nos impide evitar que se vuelva “a lo de antes”. Porque cuando la crisis inmobiliaria acabe, España seguirá teniendo una tasa de paro insoportable y unos déficits terribles.
Competitividad
Porque ‘su crisis’, la de competitividad y productividad, la que le crea el doble de paro estructural que en Europa, la que la hace la campeona del mundo del endeudamiento, la que genera los déficits insoportables, la que va a hacer que nos alejemos de la media de los 15 después de un crecimiento ‘burbujoso’ sin consistencia, esa, que es la nuestra, genuina, esa, nos está devorando.
La resolución de esa ‘su crisis’ requiere de cambios radicales contundentes en todas las estructuras que inciden en la economía.
La educación, la seguridad jurídica, la revisión del sistema impositivo, la reforma global de nuestras estructuras laborales, el adelgazamiento de nuestro hipertrofiado sector público administrativo, la revisión urgente y absoluta del delirio en que se ha convertido el Estado autonómico por romper la unidad de mercado y por ser un despilfarrador inútil e insostenible de ingentes recursos, todos esos temas, o se acometen con urgencia, decisión y bisturí, o España seguirá estando, estructuralmente, en la Champions League del paro y otros males.
De esa crisis es de la que hay que salir. No pregunten cuándo, que les contestaré nunca. Porque mucho de lo que se está haciendo a cualquier nivel de gobierno (nación, región o municipio) es contrario a lo que necesita el bien común. Esa nuestra crisis está creciendo, la plaga avanza. Cierto es que salir de ella sobrepasa las posibilidades de un solo partido, justo es pedir un pacto de Estado ante la gravísima situación. Pero ¿Quiénes lo llevarían a cabo? ¿Los que conocemos a diestra y siniestra?¿ Y sin vigilancia? Tal vez haya llegado el momento de que la sociedad española renueve drásticamente sus valores y sus élites.
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Leyendo este artículo me viene a la mente aquello de "quién pone el cascabel al gato". Fácil se dice que debemos cambiar de élites y de valores, más difícil es decir cómo, cuando el sistema actual está pensado para que sólo medre el que es dócil con esa élite y cuando todo el mundo dice defender unos valores, pero debajo de la mesa hacen sus trapicheos; y con los mismos valores se justifica una cosa y la contraria.
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