La opinión de Ángel de la Fuente en El Periódico de Catalunya.
En el breve plazo de dos años, las finanzas públicas españolas han experimentado un deterioro espectacular. El conjunto de las administraciones cerró el año 2007 con un superávit de 2 puntos del PIB, el mejor registro de nuestra historia. En el 2009, por el contrario, se ha batido el récord histórico de déficit público con un registro del 11,4% del PIB.
No hace falta decir que un desequilibrio de esta magnitud no se puede sostener mucho tiempo. El Gobierno es consciente de la necesidad de contar con un plan creíble para reducirlo con cierta rapidez, no sólo por exigencia de la Unión Europea sino también para evitar males mayores, comenzando por un rápido aumento de la prima de riesgo de nuestra deuda pública. Con ambas cosas en mente, el ejecutivo se ha comprometido a reducir el déficit hasta el 3% el 2013. La estrategia a seguir para alcanzar este objetivo se esboza en un documento (la actualización del programa de estabilidad) remitido a Bruselas hace un par de semanas.
La primera parte del plan persigue aumentar los ingresos públicos en 3,7 puntos del PIB (desde el 34,6% hasta el 38,3% de este agregado). Para ello se cuenta con una cierta recuperación de la actividad, así como con una combinación de actuaciones que incluye subidas de impuestos (unas ya aprobadas y otras por llegar), la retirada de ciertas medidas de impulso fiscal (como la deducción de los 400 euros) y la desaparición de los efectos transitorios de otras (la aceleración de las devoluciones del IVA). En conjunto, la previsión de ingresos parece factible. Su cumplimiento solo supondría la recuperación de un 60% del desplome de los ingresos públicos que se produjo entre el 2007 y el 2009 y nos dejaría con un índice de presión fiscal sobre PIB similar al de los años anteriores al comienzo de la burbuja fiscal que explotó el 2008.
La segunda parte del plan es bastante más complicada e incierta que la primera. Se trataría de recortar el gasto público en 4,8 puntos, desde el 46,1% hasta el 41,3% del PIB, devolviendo así a este agregado al nivel de 2008. Sobre los detalles de lo que se quiere recortar y las dificultades que esto implica volveré en mi próxima columna.
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