viernes, 27 de enero de 2012
Circense
Es un mundo circense,
falso de principio a fin,
pero todo sería real
si creyeses en mí.
"It´s Only a Paper Moon",
E.Y. Harburg & Harold Arlen
domingo, 22 de enero de 2012
lunes, 16 de enero de 2012
domingo, 15 de enero de 2012
viernes, 13 de enero de 2012
jueves, 12 de enero de 2012
martes, 10 de enero de 2012
lunes, 9 de enero de 2012
sábado, 7 de enero de 2012
Un partido necesario
La opinión de Nacho Prendes en La Nueva España.
Desde hace una semana no hay conversación familiar, amistosa o profesional que no desemboque en una queja sobre lo injusto de nuestra ley Electoral, una ley que otorga siete diputados a un partido con 333.628 votos y sólo cinco a otro al que han votado más de 1.100.000 españoles. Muchos son los que se apuntan ahora el tanto de haber descubierto esta falla de nuestro sistema político, pero cuando hace cuatro años un partido recién constituido, UPyD, colocaba como punto central de sus propuestas la reforma del sistema electoral, eran legión los que nos acusaban de vivir fuera de la realidad. Es el proceso de sobra conocido por el que suelen pasar todas las nuevas ideas: primero se ningunea, luego se ridiculiza y finalmente se copia.
Ni se trataba, ni se trata, de defender las propias aspiraciones. Otros son tan perjudicados como nosotros por esta injusta ley, aunque nunca han colocado esta cuestión en el centro de sus propuestas, pero sí somos los más convencidos. Convencidos de que no sólo vivimos en una crisis económica de magnitudes desconocidas, sino que íntimamente relacionada con ésta, en su base misma, se encuentra una crisis política e institucional que confiere perfiles especialmente dramáticos a la crisis financiera global hasta convertirnos en el país campeón absoluto de paro. Una crisis de un modelo institucional especialmente complejo e ineficaz, incapacitado para la adopción de las medidas y reformas necesarias y que, en actitud suicida, entrega la llave de la gobernabilidad a los que tienen como aspiración confesa acabar con él.
A estas alturas algo está claro: la única espada que puede desatar este nudo gordiano es la reforma del sistema electoral. Una reforma que nos permita construir la democracia del siglo XXI, que no puede estar basada en otro principio que el de la igualdad real del voto. Que cada voto cuente lo mismo independientemente del territorio o la opción política elegida, para que las instituciones de representación política sean el reflejo fiel de la voluntad ciudadana. 1.140.242 electores entendieron este mensaje y nos prestaron su confianza, por eso UPyD es el único partido que sube en todas las circunscripciones, el que mayor subida de votos en términos absolutos y relativos experimenta y se convierte en la cuarta fuerza en votos absolutos y la tercera fuerza en cuatro comunidades autónomas y veintitrés capitales de provincia.
También la subida en Asturias es muy estimable, hemos pasado de 9.347 votos en 2008 a 24.747 escrutinios. Una subida de más de un 150 por ciento en un contexto especialmente difícil para un partido sin un solo concejal en nuestra comunidad y que ha dispuesto de unos medios ínfimos en comparación a los de los otros cuatro que han conseguido representación, es para sentirse muy satisfecho. Este crecimiento sostenido, peldaño a peldaño, desde nuestra fundación hace cuatro años hasta la representación institucional -que más pronto que tarde también llegará en Asturias- nos aporta solidez y la seguridad de saber que si algo es UPyD es un proyecto de futuro. Nada que ver con alguna «burbuja política» que tan bien conocemos en Asturias, de esas que a la postre resultan tan dañinas como las «inmobiliarias». Basadas en activos políticos ficticios, generan un hinchazón de entusiasmo que al estallar, de la mano de su vacuidad, dejan arrasado el campo político y, lo peor, contribuyen a aumentar el sentimiento de desánimo y desafección del ciudadano por los asuntos públicos.
Nuestro crecimiento tiene otras bases, en primer lugar es el fruto del trabajo desinteresado y voluntario de afiliados y simpatizantes, gente optimista y resistente, que nos permitieron hacer una campaña muy digna a pesar de la escasez de recursos. No tenemos detrás ningún grupo mediático, económico o grupo de presión de esos que disponen de mecanismos de promoción y defensa de intereses. Por eso nuestro lema de campaña, más que un eslogan, era una declaración de principios, ese «toma la palabra» que llama al compromiso y a la necesidad de recuperar la política, la buena política.
Además si algo ha sabido aportar UPyD es cohesión, compromiso y credibilidad. Cohesión como única manera de defender la autonomía de la política frente a los mercados y los puros intereses financieros, por eso pedimos unas instituciones europeas fuertes, una fiscalidad europea común y una mayor integración política y económica, pero también nos atrevemos a solicitar lo mismo para España y su modelo territorial, una España en la que prime la cohesión frente al particularismo y el sálvese quien pueda. Compromiso, un compromiso inequívoco con nuestras ideas y con nuestro programa, desde la libertad que otorga el no cargar ni con los pesados fardos de ideologías de otro tiempo, ni con la estructura clientelar que parasita a los partidos viejos.
Y finalmente la credibilidad que tanto necesitamos como país y que perdimos en los recovecos de una política errática, puramente táctica e incapaz de abordar las grandes cuestiones y reformas pendientes. Credibilidad que nosotros acreditamos con nuestra trayectoria de cuatro años defendiendo la necesidad de esas reformas estructurales desde la soledad de nuestra única diputada en el Congreso y que seguiremos defendiendo ahora de la mano de un potente grupo parlamentario.
Empezando por la necesaria reforma de nuestro sistema electoral que al igual que hicimos en abril de 2008, cuando se iniciaba la anterior legislatura, volveremos a plantear en el Congreso de los Diputados. Porque si algo han demostrado estas elecciones es que UPyD es un partido imprescindible, precisamente porque su única aspiración es convertir en posible lo que tanta gente sensata juzga como necesario.
Desde hace una semana no hay conversación familiar, amistosa o profesional que no desemboque en una queja sobre lo injusto de nuestra ley Electoral, una ley que otorga siete diputados a un partido con 333.628 votos y sólo cinco a otro al que han votado más de 1.100.000 españoles. Muchos son los que se apuntan ahora el tanto de haber descubierto esta falla de nuestro sistema político, pero cuando hace cuatro años un partido recién constituido, UPyD, colocaba como punto central de sus propuestas la reforma del sistema electoral, eran legión los que nos acusaban de vivir fuera de la realidad. Es el proceso de sobra conocido por el que suelen pasar todas las nuevas ideas: primero se ningunea, luego se ridiculiza y finalmente se copia.
Ni se trataba, ni se trata, de defender las propias aspiraciones. Otros son tan perjudicados como nosotros por esta injusta ley, aunque nunca han colocado esta cuestión en el centro de sus propuestas, pero sí somos los más convencidos. Convencidos de que no sólo vivimos en una crisis económica de magnitudes desconocidas, sino que íntimamente relacionada con ésta, en su base misma, se encuentra una crisis política e institucional que confiere perfiles especialmente dramáticos a la crisis financiera global hasta convertirnos en el país campeón absoluto de paro. Una crisis de un modelo institucional especialmente complejo e ineficaz, incapacitado para la adopción de las medidas y reformas necesarias y que, en actitud suicida, entrega la llave de la gobernabilidad a los que tienen como aspiración confesa acabar con él.
A estas alturas algo está claro: la única espada que puede desatar este nudo gordiano es la reforma del sistema electoral. Una reforma que nos permita construir la democracia del siglo XXI, que no puede estar basada en otro principio que el de la igualdad real del voto. Que cada voto cuente lo mismo independientemente del territorio o la opción política elegida, para que las instituciones de representación política sean el reflejo fiel de la voluntad ciudadana. 1.140.242 electores entendieron este mensaje y nos prestaron su confianza, por eso UPyD es el único partido que sube en todas las circunscripciones, el que mayor subida de votos en términos absolutos y relativos experimenta y se convierte en la cuarta fuerza en votos absolutos y la tercera fuerza en cuatro comunidades autónomas y veintitrés capitales de provincia.
También la subida en Asturias es muy estimable, hemos pasado de 9.347 votos en 2008 a 24.747 escrutinios. Una subida de más de un 150 por ciento en un contexto especialmente difícil para un partido sin un solo concejal en nuestra comunidad y que ha dispuesto de unos medios ínfimos en comparación a los de los otros cuatro que han conseguido representación, es para sentirse muy satisfecho. Este crecimiento sostenido, peldaño a peldaño, desde nuestra fundación hace cuatro años hasta la representación institucional -que más pronto que tarde también llegará en Asturias- nos aporta solidez y la seguridad de saber que si algo es UPyD es un proyecto de futuro. Nada que ver con alguna «burbuja política» que tan bien conocemos en Asturias, de esas que a la postre resultan tan dañinas como las «inmobiliarias». Basadas en activos políticos ficticios, generan un hinchazón de entusiasmo que al estallar, de la mano de su vacuidad, dejan arrasado el campo político y, lo peor, contribuyen a aumentar el sentimiento de desánimo y desafección del ciudadano por los asuntos públicos.
Nuestro crecimiento tiene otras bases, en primer lugar es el fruto del trabajo desinteresado y voluntario de afiliados y simpatizantes, gente optimista y resistente, que nos permitieron hacer una campaña muy digna a pesar de la escasez de recursos. No tenemos detrás ningún grupo mediático, económico o grupo de presión de esos que disponen de mecanismos de promoción y defensa de intereses. Por eso nuestro lema de campaña, más que un eslogan, era una declaración de principios, ese «toma la palabra» que llama al compromiso y a la necesidad de recuperar la política, la buena política.
Además si algo ha sabido aportar UPyD es cohesión, compromiso y credibilidad. Cohesión como única manera de defender la autonomía de la política frente a los mercados y los puros intereses financieros, por eso pedimos unas instituciones europeas fuertes, una fiscalidad europea común y una mayor integración política y económica, pero también nos atrevemos a solicitar lo mismo para España y su modelo territorial, una España en la que prime la cohesión frente al particularismo y el sálvese quien pueda. Compromiso, un compromiso inequívoco con nuestras ideas y con nuestro programa, desde la libertad que otorga el no cargar ni con los pesados fardos de ideologías de otro tiempo, ni con la estructura clientelar que parasita a los partidos viejos.
Y finalmente la credibilidad que tanto necesitamos como país y que perdimos en los recovecos de una política errática, puramente táctica e incapaz de abordar las grandes cuestiones y reformas pendientes. Credibilidad que nosotros acreditamos con nuestra trayectoria de cuatro años defendiendo la necesidad de esas reformas estructurales desde la soledad de nuestra única diputada en el Congreso y que seguiremos defendiendo ahora de la mano de un potente grupo parlamentario.
Empezando por la necesaria reforma de nuestro sistema electoral que al igual que hicimos en abril de 2008, cuando se iniciaba la anterior legislatura, volveremos a plantear en el Congreso de los Diputados. Porque si algo han demostrado estas elecciones es que UPyD es un partido imprescindible, precisamente porque su única aspiración es convertir en posible lo que tanta gente sensata juzga como necesario.
miércoles, 4 de enero de 2012
Pasividad
La actitud contemporizadora del resto del nacionalismo favoreció la permanecia de la banda, que sólo tenía que soportar críticas morales y reproches por su falta de sentido de la oportunidad. En definitiva, la persistencia y auge del terrorismo nacionalista sólo se entienden tomando en cuenta la pasividad o complacencia de muchos sectores sociales y distintas corrientes de opinión, pretendidamente neutrales en un supuesto conflicto entre el Estado español y ETA.
Movimientos cívicos, CARLOS MARTÍNEZ GORRIARÁN
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