Antonio Gala en El Mundo.
Cuando se nos acabaron a los españoles los imaginarios enemigos externos -porque nos quedamos más solos que la una; ahora, eso sí, cristianos viejos-, nos pusimos a pelear, en el nobre de Dios, contra nosotros mismos con el mote que fuese: secesión, sucesión. tradición, alzamiento, naranjas de la China. Un espanto. Hasta en las sacristías podía tirarse de la manta: limpieza de sangre; para hablar de un idioma que emplea esa expresión hace falta una dosis de valor que ya ya... Tan sólo me consuela mirar hacia el futuro. Los nuevos españoles: vestidos como les sale del níspero; meneándose al son que les tocan; con los pelos cortados como quieren; evitándose gratuitos malos tragos; entendiéndose con la gente de su edad del universo mundo, erasmos o no erasmos. Ojalá los nuevos españoles sean españoles nuevos: curiosos, admirativos, capaces de sorpresa, de ilusión y entusiasmo. Como los quiero para mi Fundación. Capaces de mandar a tomar viento a la espada del Cid y soltar, al viento libre, su carcajada histórica.
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