Reclaman comprensión personal, ternura casi, Leguina, Guerra, Bono, Ibarra... Tan duros, ellos. Callaron durante años y años. Vulgarmente «tragaron». Votaron a favor del Estatuto catalán y/o lo apoyaron desde fuera del Parlamento. Permitieron una política destructora que ahora llaman «territorial» por miedo, todavía, a hablar de la unidad de España, de la nación, de la patria común. Lo expliqué en «La izquierda y la nación»: entre Zapatero y Maragall se cargaron «lo» que ya había dejado González en agonía. ¿Ante quién desean justificarse ahora?
Todavía es tiempo. Siempre es tiempo. Lo ha hecho Rosa Díez a su manera. ¿Por qué no podrían romper con el partido que tanto les debe? De estos cuatro que cito el más veterano en la izquierda fue Leguina. Aún llegó a militar en el FLP y desde ahí se pudo escurrir hacia el PSOE, con gentes estupendas por cierto, donde iba a hacer más fortuna que en la estadística y en la narrativa. «Majo tipo», habría dicho el padre de uno de los chicos del Gran Wyoming, falangista él. Pero Zapatero los ha dejado caer y ni siquiera Guerra es capaz de mantener una imagen clara ante la sociedad a pesar de tener en sus manos la Fundación Pablo Iglesias y varias publicaciones.
Importa España. Zapatero la está destruyendo. No es verdad que haya un problema de sucesión en el PSOE, como se dice estos días, aunque sí podría haberlo si estos y otros le pusieran una mano, encima, a Montilla, y a Rubalcaba... De lo contrario tendremos que convenir que el PSOE ha sido siempre nefasto para España. Si los Elías Díaz de ayer y de hoy no se han atrevido a decir nunca, en público, que Largo Caballero fue el responsable de la Guerra del 36, mañana tampoco dirán que Zapatero destruyó, entre siglos, la nación española. Territorialmente, si así lo prefiere Leguina. Pero que vengan al club. Ahora, cuando todavía hay tiempo de salvar esto. Aunque sea «territorialmente».
CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS en ABC
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