Un artículo de Félix Madero en ABC.
NO son pocas las veces que escucho el concierto que Paco Ibáñez ofreció en el Olimpia de París en 1969. Años después un arriesgado profesor de Literatura en los escolapios, de apellido Pulido, asumió la labor de enseñarnos poesía escuchando la voz rota del cantautor que ponía música a Jorge Manrique y Góngora, pero también a Gabriel Celaya, Blas de Otero y Cernuda. Aquel disco fue para muchos una iniciación a un mundo desconocido, pero también un asidero sentimental que habla de España y de los españoles. Celaya, austero con las palabras, creía que éramos un ser que se crecía, un río derecho y un golpe temible de un corazón no resuelto. Sigue teniendo razón.
Si en Zapatero hubiera una idea de la nación que no fuera ni discutible ni discutida podría haber regalado el disco de Ibáñez a los presidentes que se han ido a La Moncloa a ver que hay de lo suyo. Viendo el espectáculo de la pasarela autonómica resulta extravagante e ingenua la apelación del Rey instándonos tirar del carro. ¿Pero de qué carro, Señor? Aquí cada uno tiene uno, más o menos vistoso, con distintas cilindradas y necesidades de consumo. La costumbre esconde la injusticia. La injusticia, hecha costumbre, nos ha dormido, y así pensamos que la política es eso que hacen los que piden el voto.
El espectáculo ofrecido por el Gran Conseguidor es inaúdito. Todos creen que son dueños de un territorio, y se han olvidado de las personas, o sea, de los ciudadanos. A todos ha contentado el presidente, sin duda el más listo y audaz. Zapatero deja corto el añorado puedo prometer y prometo.
Creer que España es esto que vemos es asumir una mentira desafiante ante la poca sombra que da eso que algunos invocamos, el patriotismo constitucional como sustento de una convivencia equilibrada y digna en toda España.
Presidentes de toda laya y condición han salido exultantes porque el carro regional tendrá gasolina para unos cuantos años. ¿Recuerdan a alguno que haya enjaretado un discurso en el que cupiera la palabra España y sus necesidades?
Sólo uno de los que han ido «averquehaydelomío» llama mi atención. El presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara es socialista, y tiene dicho que aquí triunfa el que rompe y divide. Ahora, en una oportuna entrevista de Gabriel Sanz en ABC insiste en conceptos claros y sencillos. El carro se llama España, pero también decencia política para discutir tanto desvarío provinciano con gorra de municipal.
Fernández Vara es hoy una voz necesaria. Lo es porque dice cosas obvias, pero que hay que decir: Somos solidarios porque somos iguales. O esta otra de que el Estado ya no puede ni debe ceder más impuestos o terminará desapareciendo. Lo dice sin miedo y sin complejos, dos peajes con los que aquí se hace política.
El extremeño está abriendo la puerta a un tiempo nuevo que pregunta por el discurso y no por la ideología. El tiempo en que esto de la derecha y la izquierda empieza a ser un remedo que sólo justifica el relato zafio del político que vive de, por y para la sigla. Allí donde haya ideas, allí irán los votos. Donde impere el sentido común de éste ser que se crece. De éste río derecho. De éste corazón no resuelto. España, por ejemplo.
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