jueves, 30 de julio de 2009
Niños y niños
Ignacio Ruiz Quintano en ABC
La Eta voló de madrugada un edificio en Burgos, que es mi pueblo, y me han emocionado unas palabras de Chaves, el andaluz que se parece al escudo del Barça: «Eta no ha pensado en mujeres, embarazadas, en niños, en personas...» Hombre, Manolo: los etarras son marxistas-leninistas y no querrán bajo ningún concepto ser tildados de meapilas fascistas, que es lo que se dice ahora de los que ante la barra libre del aborto dejan escapar un «¡Qué barbaridad!». Ya sabemos que los niños de lo de la barra libre son más pequeños, aunque, como dice el título de un risueño libro de Achille Campanile, «Los niños nacen porque son tan pequeños». Por otro lado, ¿cómo esperar de unos tiorros que van a poner una bomba que, en el camino, piensen en personas, niños, embarazadas, mujeres...? Demasiados conceptos para unas cabezas que no son precisamente la de la ex jefa del flamenquismo andaluz, Bibiana Aído, que es la que dice desde dónde hasta dónde se es mujer, embarazada, niño o persona en España. Su «Abortar es como ponerse tetas» revela una capacidad andaluza para la abstracción que no tienen los del Norte o Septentrión, pues no se imagina uno a ningún etarra diciendo: «Poner bombas es como tocarse los huevos». Al contrario. Para ellos no debe de ser una frivolidad, sino un trabajo... revolucionario, para poner en pie a las famélicas legiones y emprender el camino hacia la dictadura del proletariado allí donde estuvo el Paraíso Terrenal, con sus mujeres, embarazadas, niños, personas... Bienvenido, pues, sea Chaves, al club de la sentimentalidad. Del ogro que pedía «unidades singulares específicas» (!) para abortar con «médicos que estén incentivados (?) y no aleguen objeción de conciencia (?)» no hay nada. Pero ¿y del ogro que ninguneó cualquier acto de la AVT, incluidos los niños de Jiménez Becerril, contra la negociación etarra? Tampoco nada. Y nada es lo que cuesta quedar bien. Dígase con Chaves: «Eta no ha pensado en mujeres, embarazadas, en niños, en personas...»
miércoles, 29 de julio de 2009
lunes, 27 de julio de 2009
Esa gentuza
Una columna de Arturo Pérez-Reverte
Paso a menudo por la carrera de San Jerónimo, caminando por la acera opuesta a las Cortes, y a veces coincido con la salida de los diputados del Congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja, y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno, y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada. Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.
Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y la cólera son tan intensas. Eso me preocupa, por supuesto. Sigo caminando carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista. Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida.
Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire. Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales. Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se han trajinado –ahí no hay discrepancias ideológicas– el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común. Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.
De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora, por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos.
domingo, 26 de julio de 2009
jueves, 23 de julio de 2009
Malas noticias para los cacicatos
HERMANN TERTSCH en ABC
La agencia internacional de calificación crediticia Moody´s ha
anunciado que va a rebajar la valoración de todas las comunidades
autónomas españolas, incluidas aquellas que pretenden no serlo. Las
regiones autónomas que llevan años agitando, con violencia o sin ella,
las pretensiones independentistas están financieramente tan acogotadas
o más que las que se conforman, sin alardes identitarios, en gastar
cómodamente el dinero que recauda el Estado. Lenta pero
inexorablemente se va imponiendo en los observatorios y gabinetes de
análisis del exterior la certeza de que la fragmentación progresiva
del Estado español, la administrativa, la judicial, la policial, la
del mercado y la legislativa, se han convertido en una losa que hará
extremadamente difícil, si no imposible, que España se recupere
económicamente en un futuro previsible. Los que aún hablaban hace unos
meses del año 2010 como fecha previsible de recuperación son ya
literalmente un hazmerreír. Los que hablan de un lustro de travesía
por un desierto en el que vaguemos con más de cinco millones de
parados no son los más pesimistas. Pero el desastre al que nos aboca
este «auténtico Estado de las autonomías» que el Gran Timonel cree
haber instaurado ahora con este sistema de financiación autonómica no
sólo se refleja por supuesto en la degradación del crédito de España.
Sino también en el de todas y cada una de sus 17 partes. La decisión
de Moody´s es, que yo sepa, la primera reacción internacional al gran
plan de financiación autonómica, del que sólo sabemos lo que se llevan
los campeones del chantaje o los favorecidos por las conveniencias
particulares de Zapatero. Hasta la Comunidad Autónoma Vasca y Navarra,
con sus especiales privilegios, por completo inexplicables en el
exterior, se las van a ver y desear para conseguir créditos no ya para
modernizar sus infraestructuras y reformar sus economías, sino para
pagar a sus funcionarios y mantener sus gastos corrientes en general.
Son inexplicables fuera porque en ninguna democracia moderna se pueden
entender los cambalaches que se han hecho en nuestro país so pretexto
de supuestos derechos históricos, fueros medievales o deudas
históricas.
En otras comunidades, convertidas en cacicatos por la falta de
alternancia en el poder y la lógica socialista de gastar el dinero
llegado de Madrid y Bruselas casi exclusivamente en comprar
fidelidades, es decir en sueldos e instituciones y organizaciones que
justificaran éstos, la situación es probablemente más tramática aun.
Porque a los gastos corrientes para financiar a los leales a la taifa
hay que añadir los problemas sociales que lejos de haberse paliado
durante los años de crecimiento, se han disparado. Las sociedades en
las que el ritmo de crecimiento del funcionariado es parejo a la
destrucción de empleo entre los autónomos y el cierre de empresas no
son precisamente atractivas para invertir. Menos aun cuando la
descomposición social, el fracaso escolar, el absentismo y la ridícula
productividad hacen prever un deterioro de las condiciones en un
futuro que ya está aquí. Así las cosas aquí está el aviso. Si España
no logra revertir muchos de los disparates cometidos en décadas pero
agravados bajo esta tropa gobernante, que pierdan toda esperanza los
cacicatos de salvarse por su cuenta. Tienen tan poco crédito como el
país de las maravillas de nuestra Alicia de León.
martes, 21 de julio de 2009
domingo, 19 de julio de 2009
jueves, 16 de julio de 2009
La encuesta del Ararteko
La opinión de Santiago González
Iñigo Lamarca, el ararteko, ha dado a conocer una encuesta sobre la actitud de los escolares vascos rspecto al terrorismo, realizada a 762 adolescentes en las edades de la ESO, entre los 12 y los 16 años. El 14,8% de los encuestados se opone a rechazar a ETA, mientras otro 14% evita pronunciarse al respecto.
La ETB del antiguo régimen habría titulado: "Más de un 70% de los jóvenes vascos se oponen a la violencia". Todos los veranos era un clásico la encuesta que nos era presentada con el siguiente titular:
"El 85% de los vascos no se irían a vivir fuera de Euskadi aunque les garantizaran el mismo salario en otro lugar".
¿Quién se iría fuera de su tierra, su casa, su paisaje habitual y sus amigos, para ganar lo mismo, se preguntaba uno (es probable que también Uno) al oír cada verano semejante melonada?
Algo ha debido de cambiar, porque hasta Deia enfoca la noticia por la anómala excepción, pero hay en la encuesta del Ararteko algún detalle de interés, al desagregarla por modelos lingüísticos. Resulta que los estudiantes del modelo A, que se imparte en castellano, muestran un rechazo del terrorismo en el 80%, en castellano. El porcentaje de repudio a ETA baja hasta el 62% entre quienes estudian en el modelo D, que se imparte en euskera. La actitud más alta de rechazo a ETA, la condena sin paliativos del terrorismo, que alcanza el 46% en el modelo A, se queda en el 17% en el modelo D.
Es justo recordar en este punto el escándalo que suscitó Mikel Azurmendi al al calificar el euskera como "la lengua en la que se mata", ya se sabe que las metáforas son interpretadas muy a menudo en sentido literal. Exageraba. Es sólo la lengua en la que se enseña a nuestros escolares a disculpar el crimen.
miércoles, 15 de julio de 2009
martes, 14 de julio de 2009
El espectáculo de la financiación autonómica
Joseba Arregui en El Mundo.
AYER se produjo al fin el parto de los montes y la ministra de Economía, Elena Salgado, presentó la propuesta del Gobierno de financiación autonómica. Unos habrán quedado contentos, otros insatisfechos. Suponiendo que el límite temporal máximo no tenga que ser prorrogado una vez más. Más difícil de creer es que se haya encontrado la fórmula de estabilidad que tanto necesita, no sólo la propia financiación autonómica, sino España como Estado.
El espectáculo vivido a lo largo del último año es, cuando menos, penoso. A no pocos ha recordado tiempos ya pasados en los que el emperador recibía a los príncipes electores para preguntarles qué es lo que querían. Y a unos les concedía un favor, a otros una regalía, a otros algún tipo de apoyo en sus luchas particulares... Dando por sentado que la finalidad de la ronda de visitas no era el bien del conjunto, ni siquiera el bien particular de cada territorio, sino asegurarse la lealtad de los príncipes.
Algo de lo que está sucediendo con la financiación autonómica es comprensible dada la indefinición del reparto del poder territorial que caracteriza a la Constitución española: ni se definía el número de autonomías, ni se definía el modelo. Abría varias vías, algunas de las cuales han ido confluyendo. La financiación de las autonomías, de las que hubiere, quedaba al aire menos en el caso de las que contaban con el sistema de concierto: País Vasco y Navarra.
Treinta años después, sin embargo, el modelo se va aproximando a su cierre. Todo el territorio del Estado está organizado en autonomías -quedan pendientes Ceuta y Melilla-. Y todas han ido accediendo al máximo de competencias reconocidas a las nacionalidades. El proceso de transferencias está casi acabado. Ha llegado, por tanto, la hora de pensar seriamente en el cierre del modelo.
Y ello requiere responder a la pregunta -mal respondida con el actual Senado- de cómo se representa al conjunto del Estado en virtud de la pluralidad de territorios, completando la representación del conjunto desde la perspectiva de la igualdad de los ciudadanos que se refleja en el Congreso. Y el cierre del modelo requiere establecer de forma definitiva -que no significa ni inflexible ni inmovilista- la financiación del Estado autonómico. Y requiere también adecuar el lenguaje a la realidad del Estado que es España.
No es posible continuar hablando de lo que cada autonomía pide al Estado, como si las autonomías no fueran Estado. Lo son, y muchas veces se les pide a sus gobernantes que actúen con sentido de Estado. Pero entonces no se puede seguir hablando de la cesión de impuestos a las autonomías, como si los recursos fueran propiedad de la Administración central, y no del Estado, es decir, como si esos recursos no fueran, por definición, también propiedad de las autonomías. Todos son Estado: la Administración central, las autonomías, los ayuntamientos, el Congreso, el Senado, el Consejo General del Poder Judicial.
En todos los estados compuestos, la financiación está sujeta, por un lado, a unos principios básicos, claramente definidos, y, por otro, a la discusión de los ajustes necesarios por los cambios que van definiendo la realidad. Tomemos, de forma simplificada, el caso de Alemania, del que tanto se usa y abusa: la Constitución de la República Federal establece que el impuesto de la renta y el impuesto de sociedades se lo reparten a medias, al 50%, la federación y los länder. Los ingresos del IVA son también correspondientes a ambos niveles de gobierno, pero debe ser establecido, y puede ser cambiado, por una ley federal que requiere de la aprobación del Senado -representación del conjunto del Estado desde la perspectiva de la pluralidad de los distintos territorios, y compuesto por los gobiernos de los länder-. Después de las discusiones provocadas por la reunificación, por poner un ejemplo en el tiempo, el año 1993 el reparto quedó de la manera siguiente: 44% para los länder, 56% para la federación.
Esta distribución de las grandes cantidades no evita que exista un debate permanente sobre la financiación, especialmente sobre el reequilibrio financiero entre los länder. Länder ricos como Baviera, Hesse (Frankfurt) y Baden-Württenberg elevaron su queja al tribunal constitucional entendiendo que pagaban demasiado. Su recurso fue denegado. Y todos toman como ejemplo del buen funcionamiento del reequilibrio el que la pobre Baviera de 1945, tan necesitada de la ayuda de los estados ricos, sea ahora una de las regiones más desarrolladas, punteras y ricas de Alemania gracias a las aportaciones de las regiones ricas.
Es necesario establecer criterios claros. En este punto tienen razón los catalanes, que así lo reclaman, más allá de determinadas cantidades concretas. También tienen razón cuando critican que la lógica actual, que pone patas arriba el ranking de autonomías en el PIB con un ranking de gasto público por habitante sin ninguna relación con el puesto en el PIB, no posee ninguna coherencia. Pero no tienen razón cuando dicen que el Estado, es decir, la Administración central, debe tener interés en que Cataluña siga siendo la economía puntera que ha sido hasta ahora, pues ello significaría que lo que ha sido producto de la historia no tiene más remedio que seguir siéndolo por toda la eternidad.
Es difícilmente comprensible el recurso a los distintos criterios y variables que se argumentan para recibir mayor financiación. Pongamos el caso de la población: si ésta ha aumentado de forma mayor que la media, en especial por el incremento de la inmigración, el 50% del impuesto sobre la renta multiplicado por el aumento de la población activa ya de por sí produce un aumento de la financiación. El problema de las distintas variaciones que favorecen a unos y resultan inaceptables para otros pertenecen al ámbito de los reequilibrios entre las distintas autonomías, y a la posibilidad de actuación discriminada que puede llevar a cabo el Gobierno central, siempre que éste cuente con recursos suficientes y siempre que la autonomía que lo necesite esté dispuesta a hacer un esfuerzo propio.
NO SÉ si sería necesario ni conveniente elevar a rango constitucional los criterios básicos que regulen el reparto de los recursos procedentes de los grandes impuestos entre la Administración general y las autonomías. Pero es algo que debiera quedar fuera del debate permanente sobre la financiación autonómica, y que debiera adquirir el peso de criterio definido. Queda suficiente espacio para el debate en lo que al reequilibrio financiero entre las autonomías se refiere, y en el papel a cumplir por la administración general en la superación de los grandes desequilibrios regionales.
Pero el debate actual sobre financiación autonómica, unido a la propagación de la voluntad de bilateralidad en la relación de cada autonomía con la Administración general, aunque la referencia sea siempre, y es muy significativo, con el Estado, produce inestabilidad y hace que éste, en lugar de serlo, parezca un bazar oriental en el que todo está sometido a la capacidad no del que más puje, sino del que tenga mayor capacidad de chantaje.
Es incomprensible que, a estas alturas del desarrollo autonómico, los dos grandes partidos no intenten acordar unos principios reguladores que doten a todo el proceso de estabilidad, definición, dirección y cohesión. Claro que para ello PSOE y PP debieran obtener claridad sobre los principios básicos que regulan los estados federales: la lealtad federal -del todo con las partes y de las partes con el todo-, el principio de que ley federal se impone a la normativa de los länders -Bundesrecht bricht Landesrecht- y, sobre todo, lo que el ex ministro de Interior en tiempos de Helmut Schmidt decía recientemente en Bilbao: «Las autonomías deben entender como su cometido el bien del conjunto».
lunes, 13 de julio de 2009
domingo, 12 de julio de 2009
sábado, 11 de julio de 2009
jueves, 9 de julio de 2009
martes, 7 de julio de 2009
Mentiras y gordas de una Ministra de Cultura.
No hace falta ser médico para ser ministro de Sanidad ni militar para serlo de Defensa. Bien pensado, es lógico que la nueva ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde sea cómplice del guión de "Mentiras y Gordas"
Un bodrio infumable, con un guión sonrojante. Eso sí, un éxito de taquilla y la autopista hacia el ministerio de Cultura.
Un bodrio infumable, con un guión sonrojante. Eso sí, un éxito de taquilla y la autopista hacia el ministerio de Cultura.
lunes, 6 de julio de 2009
Entre los escombros de babel
Fernando García de Cortázar en el ABC
«Ahora, pues, descendamos y confundamos allí sus lenguas, para que no se entiendan los unos con los otros». Así dice la Biblia que Dios castigó la soberbia de los hombres, en su deseo de construir una torre con la que conquistar el cielo: por eso se la llamó Babel que es lo mismo que decir, confusión , balbuceo. Así parece que algunos grupos políticos quieren reconstruir en España un paraíso políglota para uso y disfrute de viajeros románticos, cerrando espacios a la libre y fácil circulación de ciudadanos, levantando por aquí y por allá aduanas lingüísticas.
Lamentablemente, la posibilidad de entenderse en una lengua común, elogiada, incluso, por el poeta catalanista Aribau en 1817, ya no se ve en España como una ventaja, sino como una penitencia impuesta por Goliats implacables y abusivos. Hoy es una moda casi unánime alegrarse por nuestra valiosa riqueza lingüística, y a nadie le sorprende que esas hablas recónditas, propias de algún verde valle asturiano, aragonés, leonés o extremeño, sean la delicia de los políticos regionales. Los partidarios de Babel están tan convencidos de que multiplicar las lenguas multiplica la riqueza cultural que, algunos, hasta se animan a exportar su autocomplaciente receta por medio mundo. Y así, en marzo de este año, gracias a la televisión catalana, hemos podido ver a Carod Rovira dedicando un millón de euros a fomentar el bilingüismo entre los indios shuars del Ecuador. Dinero de los españoles para que aquéllos aprendan su propia y antiquísima lengua. La imagen del político nacionalista aceptando la lanza india que le ofrecía el jefe shuar en perfecto castellano y medio en cueros, además de grotesca, demuestra que Unamuno no se equivocaba cuando, ya hace más de noventa años, dijo que el ideal de ciertas gentes es ver cada terruño con su lengua rústica.
Rectificar lo tradicional por lo racional fue la consigna y el proyecto de Azaña en la Segunda República. Las lenguas tienen una finalidad utilitaria: sirven fundamentalmente para comunicarse, y aquellas que tienen alcance universal, como el inglés, como el español, son puentes, instrumentos de unión y no de aislamiento. Esto, al menos, nos dicen la razón y la historia. Pero esta concepción de la lengua apenas ha tenido peso en la España de las comunidades autónomas. Aquí, lo tradicional corrige lo racional. Aquí, una lengua, cualquier lengua, es mucho más que algo para entenderse. Aquí, quien más quien menos, se ha ido adhiriendo al ideario nacionalista, según el cual la lengua no la hablan las personas sino los pueblos, o peor aún, los territorios.
«Normalización» ha sido y es la amenazadora palabra utilizada por los gestores de las comunidades bilingües para implantar la lengua autóctona, y minoritaria, en todos los ámbitos de la vida oficial y social de la región, relegando al castellano a un papel secundario de vehículo de comunicación con el resto de España y un nivel similar al que supone el inglés en las relaciones internacionales. Y para que este implacable proceso de planificación cultural alcance su meta, cualquier despilfarro parece justificado. En 2008 la Generalitat catalana invirtió 42 millones de euros en Política Lingüística, el doble que en 2007, mientras que Baleares gastó más de seis y la Xunta del desaparecido Touriño alrededor de 23. Todo, dinero público para que no se hable castellano.
Este brutal eufemismo, «normalización lingüística», acompañado por gestos de doncella azorada ante los imaginarios ultrajes del lucifer castellano, está diseñado para despertar simpatía y comprensión. Pero detrás de esa puesta en escena se oculta un deseo de homogeneización contrario al pluralismo social, además de una grosera conquista y conservación del poder político y de control del erario público por parte de ciertas elites regionales, ansiosas de promoción social. El término, hoy en boca de todos, me recuerda las tergiversaciones verbales de los partes alemanes de la Primera Guerra Mundial: por ejemplo, «avance elástico sobre la retaguardia» para no decir retroceso. Porque si nos atenemos a la normalidad, o a la integración y cohesión social de la que nos hablan una y otra vez las autoridades regionales, la lengua a proteger debería ser el castellano, la lengua común y de la mayoría de catalanes, vascos, gallegos o baleáricos , la del resto de españoles y la de mayor parte de los trabajadores emigrantes. Pero los nacionalismos y asimilados siempre dan por hecho que su proyecto político es algo escrito en las estrellas, un derecho natural, casi divino. Y por lo que respecta a sus planes lingüísticos, han conseguido que la mayoría de españoles se muestren aquiescentes y sumisos, cuando no entusiastas, como en el caso de los socialistas catalanes y de Baleares, fanáticamente incorporados al aquelarre de los atentados contra los derechos de los castellanohablantes.
Hace muchos años que Ortega se lamentaba: «¿No es cruel sarcasmo que luego de tres siglos y medio de descarriado vagar, se nos proponga seguir en la senda tradicional?». Sarcasmo aún mayor: que, en pleno siglo XXI, no sólo siga en pie esa propuesta, sino que triunfe. Lo supo ver, con claridad desmitificadora, el llorado filólogo Juan Ramón Lodares, quien hace ya tiempo advirtió que esta España de los pueblos que se nos presenta ahora como el colmo de la modernidad, con sus ricas lenguas oficiales y sus otras muchas variedades dignas de especial protección por los gobiernos autónomos es, en esencia, una España antiquísima. La que irritaba a Ortega y Azaña. La de los tradicionalistas revestidos ahora de nacionalismo. La de siempre.
Y no deja de ser paradójico que mientras Zapatero se llena la boca proclamando su cruzada en defensa de las libertades, su Gobierno mire pudorosamente hacia otro lado cuando éstas se asfixian en el ámbito lingüístico. ¿Cómo cerrar los ojos ante los millones de personas que se ven postergadas y a veces coaccionadas por el simple hecho de querer utilizar su propio idioma de alcance universal? ¿Cómo ignorar la célebre policía de la lengua catalana o los tribunales que amparan las denuncias anónimas y multan los usos lingüísticos que desagradan a los nacionalistas y socialistas? ¿Cómo no sentir claustrofobia e indignación ante la agresiva campaña del gobierno balear para sustituir el bilingüismo en las islas por un predominio absoluto del catalán?
Lo más triste... que hasta ahora los fundamentalistas de la «normalización» han conseguido confundir el problema con su denuncia y convertir en verdugos a las víctimas. Las quejas se acallan diciendo que no hay quejas, acusando a los descontentos de querer levantar polémica, o tachando a aquellos ciudadanos que denuncian la discriminación lingüística de fachas y retrógrados. Así de fácil. Así de cínico.
Pero no es cierto, como se lamentaba Jonathan Swift, que no se gana nada con defender la libertad. Siempre se gana algo, aunque sólo sea la conciencia de la propia esclavitud. Y cuando me hablan del compromiso de Patxi López en defensa de la libertad lingüística, recuerdo vivamente el coraje de las plataformas cívicas que mantienen esa llama en unos territorios donde la democracia y la razón se pervierten a golpe de anacronismo e ilegalidad. Y escucho el sonido de sus voces, y sus palabras llenas de sensatez, y comprendo su valiente escepticismo, pues saben que la tiránica hegemonía de las lenguas minoritarias no se ha edificado sobre las virtudes de los nacionalistas, sino sobre la hipocresía de los conversos y la pusilanimidad o los silencios de los demás.
domingo, 5 de julio de 2009
jueves, 2 de julio de 2009
miércoles, 1 de julio de 2009
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