domingo, 22 de agosto de 2010

La pequeña historia de España. (39)

Con este post acabo la serie dedicada al libro que escribió Alejandro Lerroux en 1937.


La libertad no es incompatible con la función social de cada individuo, ni merece llamarse libertad, sino arbitrariedad, la que no se someta a los fines y conveniencias sociales. La misión más alta de la autoridad consiste en mantener la armonía entre el individuo, la sociedad y el Estado. Tampoco merece el nombre de autoridad la que no sea capaz de afrontar y someter, sin anularla, los peligros de la libertad.
El "parlamentarismo" es una cosa y el parlamento es otra. De éste no prescinden los Estados que se constituyen en régimen corporativo. Lo que hacen no es suprimirlo, sino modificarlo para darle virtualidad y eficacia. Y hay casos en que lo aumentan para equilibrarse el régimen.

sábado, 21 de agosto de 2010

La pequeña historia de España. (38)


Pero es que en España, por no haber sufrido el alma nacional una de esas crisis espirituales en que se luchan las ideas y los principios, antes que las armas homicidas, no hemos "conquistado", como otros pueblos, el derecho a la libertad integral que se basa en la de la conciencia y exalta la dignidad humana permitiéndose elección y responsabilidad.

La pequeña historia de España. (37)

La unidad nacional, al identificarse con la unidad religiosa, produjo en su exaltación el fanatismo, origen y a veces pretexto de instituciones y medidas que empobrecieron intelectual y económicamente al país, desterrando algunas veces de nosotros "la funesta manía de pensar". Y como cada cosa engendra su semejante, el fanatismo religioso engendró el fanatismo laico. El primero quemaba herejes y judíos; el segundo mataba frailes e incendiaba conventos. Al calor de esas hogueras de odio incubaron en el alma de nuestra raza las más bajas pasiones.

viernes, 20 de agosto de 2010

La pequeña historia de España. (36)


Penetrando en la psicología de nuestra raza y en las entrañas de nuestra Historia, pudiera lógicamente deducirse que el pueblo español carece de aptitudes para realizar una revolución que no sea la del empleo de la violencia. Hace motines, insurrecciones, guerras civiles, alzamientos nacioanles, todo lo que signifique oposición a la disciplina, sublevación contra la autoridad y el orden establecidos.

La pequeña historia de España. (35)


Otra vez Niceto me posterga. Otra vez entrega su confianza a otro de mis lugartenientes. Otra vez, tras el fracaso de la continuación y ante el peligro de una revolución anarco-separatista en toda España me obliga el patriotismo a encargarme del Gobierno y hago frente a la revolución; y la venzo; y someto a los sublevados. ¿Lo recordaría don Niceto cuando Portela frente a la que su inepcia o su complicidad no supo contener, ni se atrevió atajar, le dejó entregado a sus enemigos personales, los Azaña, los Casares, los Prieto, los Largo Caballero... enemigos a la vez de la República y de la Patria?
¿Se le ocurrió siquiera, en aquella hora suprema de angustia, al Jefe del Estado, comparar una conducta y otra conducta?
De la mía yo me siento orgulloso.
De la suya... compadecido.
De la de Portela, avergonzado. Como hombre, porque es mi raza; como español, porque ha nacido en mi Patria; como republicano, porque ha deshonrado a la República; como político, porque en la Historia no encuentro otro más vil, para ponerle a él en segundo lugar.

jueves, 19 de agosto de 2010

La pequeña historia de España. (34)


Ése fue mi partido, que redimió a los victimados en Montjuich, que republicanizó a los mineros de Río Tinto, de Linares, de Cartagena; que hizo inolvidable labor de justicia y de humanidad en las minas de Almadén. Pues todo esto, combatido por la Monarquía, que persiguió a los obreros republicanos, que amparó o protegió a sus antiguos exploradores y a los separatistas, se cuarteó y por sus intersticios volvió a brotar el anarquismo, el comunismo, y a organizarse la Confederación nacional y a robustecerse el separatismo. Y esas masas sucesoras y aquéllas que yo puse bajo el espíritu de ideales patrióticos y republicanos, están hoy en el Frente Popular y estuvieron antes contra mí en cuanto el socialismo, su competidor tradicional e implacable, se alzó despechado e iracundo por la irreverencia de haberle apartado del Poder, que creía ya vinculado a perpetuidad en sus manos.

miércoles, 18 de agosto de 2010

La pequeña historia de España. (33)


Ahora, ¿quiénes se han agrupado contra mí? Lo más confuso y lo más abigarrado.
Pongo aparte a los monárquicos. Algunos me han combatido no tanto por mí como por combatir a la República. En cambio, algunos otros, en otro lugar lo refiero, han tenido en mi favor gestos de inolvidable hidalguía.
Todos los demás... aún lo recuerdo con emoción. Cuando yo llegué a Barcelona en 1909 la población obrera de Cataluña, desmoralizada por la propaganda anarquista y acobardada por un terrorismo gubernamental, me oyó, me creyó, me siguió, se convirtió en democracia republicana que me acompañaba con la bandera española, valladar del separatismo, y tres años después llenaba la región de centros de cultura, de enseñanza, de arte, de socorro y asitencia mutua, de cooperativas con la común denominación de "Fraternidad".

La pequeña historia de España. (32)


En el país imperaba el desmán, la provocación desvergonzada a las autoridades, la organización belicosa de las masas demagógicas a cielo abierto, tambor batiente y banderas desplegadas; el atentado personal, el atraco, la anarquía desmelenada por campos y ciudades...
Los rebeldes de ayer, Azaña, Largo Caballero y otros, absueltos por los Tribunales, comparecían amenazadores en la plaza pública. Amenazadores y cínicos, esocoltados, cuando no protegidos, por el Ministro de Gobernación, que regentaba un Gran Maestre de la Masonería catalana, permanentemente asistido, aconsejado o intervenido por otro Gran Maestre, el del Gran Oriente Español.
Se había dicho de éste, con el salpimentado gracejo, que es, por antonomasia, "el tonto a la Federica". Por antonomasia, no. Si bien habíase colocado ya en su puesto, al pie de la carroza que había de conducir al cementerio los restos de la República, por ellos alevosamente asesinada.

España.


¿Qué me propones? ¿Edificar la ciudad justa? Lo haré.
De acuerdo. ¿O el pacto suicida, la romántica
Muerte? Muy bien, yo acepto, pues
yo soy tu elección, tu decisión. Sí, yo soy España.


W. H. AUDEN, España

sábado, 14 de agosto de 2010

La pequeña historia de España. (31)


En Barcelona, distrito de la Barceloneta, radicaba de antiguo una casa industruial que giraba bajo la firma de Tayá. El viejo Tayá era un republicano tradicional, de aquellos catalanes que en la fórmula federativa del insigne Pí y Margall encontraron la cifra de sus amores a España, a Cataluña y a la República. Ningún federal de la doctrina de Pí y Margall fue nunca separatista y Tayá no lo era.
Pero todo lo que no era federal para esta clase de republicanos era necesariamente centralista y tan abominable como lo monárquico

jueves, 12 de agosto de 2010

La pequeña historia de España. (30)

De propósito he venido rehuyendo entrar en este asunto delicado y complejo, planteado y conducido por el catalanismo extremista sin grandeza de alma y sin grandeza de miras; recibido por los socialistas con hostilidad doctrinal y personal; más adelante resucitado sin convicción y para aprovechar el dinamismo venenoso del separatismo latente exacerbado; repugnado por muchos republicanos que habían formado su convicción política en el centralismo de la revolución francesa; ignorado y desconocido por la mayoría de los que votaron en pro o en contra; utilizado como plataforma para acrecentar clientela por el más centralista, menos autonomista y más ayuno de conocimientos de materia regionalista entre todos nuestros improvisados repúblicos.

La pequeña historia de España. (29)


No es difícil, por ejemplo, presentar fotografías en las que aparezcan en alegre camadería sentados alrededor de una mesa que ha servido de banquete, o de pie, en actitudes de confianza, al Strauss, al Presidente de la Generalidad en funciones, el pobre Companys, y a varios Consejeros, que en las risueñas playas catalanas de Sitges tomaban medidas para saber si después de las luchas de pugilato que comanditaban juntos cabrían, también en funciones, algunos "Straperlos" que amenizasen el veraneo de aquella temporada.

La pequeña historia de España. (28)

Por otra parte, el sentimiento patriótico se había exaltado en la nación, ante la innoble, desleal conducta de unas organizaciones políticas y unos dirigentes de ellas que a raíz de haber cumplido la República su compromiso, con protesta de buena parte del país, otorgando el Estatuto de su autonomía a Cataluña -que sus hombres por sí solos hubiesen sido incapaces de lograr- se alzan en armas contra la República y contra España, de acuerdo con los que en Asturias demostraron ser partidas de bandoleros, no partidarios de un ideal político o social.

miércoles, 11 de agosto de 2010

La pequeña historia de España. (27)


El Gobierno que formé y presidí desde el día 4 de octubre de 1934 no había, ni con su programa ni con su acción, dado motivo ni pretexto alguno para que se alterase o enardeciese el espíritu revolucionario de las masas trabajadoras. Sin embargo, fue contra mí y contra mi Gobierno que se produjo la grave rebelión socialista y separatista que se venía anunciando.
¿Por qué? En esa rebelión no había nada que permitiese atribuirle un impulso ideal o una fuerza espiritual elevada o noble, de las que disculpan, o explican un movimiento revolucionario.

La pequeña historia de España. (26)


Don Niceto no enfocaba lo uno ni lo otro, sin que yo incurra en la injusticia de negarle sentimientos humanitarios. Lo que a él le intresaba era no crearse enemigos en Cataluña, en procurarse allí popularidad, salvando la vida de los que, peleando por la independencia de aquella región, habían conquistado la categoría de héroes legendarios.
Terminando el juicio sumarísimo que se siguió contra el jefe militar que dirigió la resistencia armada en la Generalidad, comandante de Artillería Pérez Farrás, al Gobierno se le presentó el asunto en toda su desnudez y con él se le plantearon algunos otros problemas.
El Consejo de Guerra había condenado a muerte. El Gobierno había sido notificado. Si el Gobierno contestaba a la notificación de la primera autoridad militar de Cataluña "dándose por enterado", aquella autoridad dispondría la inmediata ejecución del reo. Al Gobierno, única y exclusivamente al Gobierno, competía el triste derecho de mandar o no ejecutar la sentencia terrible con un simple "enterado".

La pequeña historia de España. (25)


En la rebelión de octubre de 1934 ha de encontrarse la justificación del Alzamiento Nacional de julio de 1936.
Si los republicanos hubiesen gobernado con unidad de criterio, leales a sus propias convicciones y no mediatizadas por la influencia de un partido de clase, aquella rebelión no hubiera podido producirse o, de haberse producido, habría encontrado enfrente al Poder en condiciones de sofocarla mediante una simple operación de policía.
Porque la unidad de criterio supone disciplina y autoridad, condiciones indispensables para que la acción tenga eficacia cuando la ejerce el poder: eficacia de previsión o de justa y medida represión.

La pequeña historia de España. (24)


La detención de Azaña no me sirvió de complacencia. Tenía el íntimo convencimiento de que el personaje no había ido a Cataluña a conspirar y mucho menos a participar en la rebelión. A intrigar, tal vez.
A sublevarse, ni pensarlo. De haber previsto la tragedia. Azaña hubiese escapado de Cataluña a toda velocidad, exclamando como Sol y Ortega, contestando a una interrupción famosa en un mitin de Sevilla: ¡Pocas bromas! ¡Pocas bromas!
No lo digo para declarale incapaz de heroicidad, que no es ese aspecto el que más me interese en los hombres públicos, sino para asegurar que su talento y su sagacidad no se hubieran dejado coger en la trampa separatista. Castellano, centralista, enamorado de los Reyes Católicos y del Cardenal Cisneros, enemigo primario de las aspiraciones regionalistas, Azaña había podido disimular esas convicciones suyas para buscar por el apoyo al Estatuto en el Parlamento la solidaridad de Cataluña y popularidad entre los autonomistas catalanes, pero separtista no lo era ni lo es el ilustre complutense.

La pequeña historia de España. (23)


Una policía inteligente y una buena administración hubieran sido para el "separatismo" clima mortal de necesidad. El catalán se batirá por su religión, por su idioma, por su "rabassa morta", por sus sardanas. Para separar a Cataluña de España, como finalidad de una guerra, yo afirmo que no se reúne un ejército de catalanes. De aventureros y mercenarios sí, porque en Cataluña el desenvolvimiento industrial de este último medio siglo ha llamamdo a su territorio hombres forasteros en todas partes, desvinculados a todo lazo espiritual, sin patria, ni hogar ni sentimiento de honor.
En Cataluña se encontrarán siempre voluntarios para luchar por ideales abstractos: la anarquía, la justicia... Por el separatismo lisa y llanamente, no. El separatismo no es un valor espiritual.

miércoles, 4 de agosto de 2010

La pequeña historia de España. (22)


El pueblo no siente el ideal separatista. Ese es un ideal reaccionario fomentado por la mediocridad de los intelectuales catalanes. Las más elevadas mentalidades de la raza, las que han aportado algo positivo al patrimonio espiritual de Cataluña y España, no fueron separatistas. Balmes no fue separatista. No lo fue Pí y Margall. Sus artistas más insignes no lo fueron. Probablemente el separatismo catalán se ha elaborado más en Madrid que en Barcelona. Se ha confundido separatismo y "forasterismo".

La pequeña historia de España. (21)


A Companys sus mudanzas le hacen a uno recordar las del camaleón. Estoy seguro de que a solas con su conciencia no podrá explicarse por qué serie de transmutaciones ha venido a parar de castelarista en federal, de reformista monárquico, en furibundo hombre de izquierdas, de españolista patriotero, en anarco-separatista, y de modestísimo Don Nadie, en el monigote de la veleta catalana, gobernada por todos los vientos, volviendo la cara a todos los horizontes, sin gobierno sobre nadie, sin autoridad sobre nada, empingorotado sobre todos los niveles, testaferro de todas las voluntades, canciller de todas las villanías, testigo de todos los crímenes, cómplice de todas las infamias y tan irresponsable como los fetos en el Limbo.

La pequeña historia de España. (20)


Sin el asesinato de Layret, Companys no hubiera salido del anonimato. Sus devaneos políticos necesitarían el hilo de Ariadna para desenredarlas. Nació políticamente en la "Escolar Republicana", con un matiz castelarista. Con el reformismo de Melquiades Álvarez hizo una excursión por el mar muerto de la Monarquía. Arrumbó a la playa del Partido Radical, donde no pudo asegurar las anclas. Más tarde, ese mismo partido le regaló un acta de concejal en el Ayuntamiento de Barcelona. Se acogió después a las mesnadas de Marcelino Domingo. Luego fue pasante en el bufete de Layret. Cuando éste sucumbió asesinado por el terrorismo, Companys no pudo heredar su talento ni su bufete, pero heredó su acta de diputado a Cortes. El distrito de Sabadell, que el finado representaba, necesitó un mandatario y eligió a Companys. Desde entonces Companys se ha titulado federal y catalanista de los de "desde el vientre de su madre".
No lograba salir de penas. Quiero decir que ni de concejal, ni de diputado, ni de periodista, ni de abogado conseguía destacarse con personalidad. No la tenía. bastante lograba con flotar.